Fiesta e ideología

El rasgo más característico de la danza contemporánea ve nezolana de principios de los años ochenta fue la búsqueda de lenguajes expresivos que hablaran del cuerpo latinoamericano y caribeño, aunque asentados en los postulados universales, ya suficientemente establecidos para ese entonces, de las vanguardias mundiales del movimiento. En realidad, desde los mismos orígenes de la danza moderna en el país, esta orientación estuvo presente con una perspectiva tal vez ingenua del nacionalismo y no tan comprometida con el pensamiento político.A partir de aquella visión surgieron voces y proyectos inéditos que pregonaban la identidad continental como el concepto medular de sus acciones, entre ellos Carlos Orta y Coreoarte, primero un centro de formación alternativo al que pronto se le sumó una agrupación artística. El bailarín y coreógrafo emergente nacido en San Agustín, formado dentro de la danza escénica en Europa y poseedor de experiencias profesionales significativas en las compañías de Pina Bausch y José Limón, comenzó a hacerse notorio en el medio venezolano a través de sus obras creadas para Danzahoy, Ballet Nuevo Mundo y Ballet Contemporáneo de Cámara. El novel creador mostraba una especial capacidad para transitar con igual eficacia entre los códigos de la danza expresionista y moderna y los del ballet contemporáneo.Orta le otorgó al proyecto Coreoarte, que reciente mente celebró su 30 aniversario, un sello característico tanto en lo artístico como en lo ideológico. Tres décadas después, la impronta del fallecido coreógrafo prevalece.La conmemoración de esta efeméride propició un espacio de reflexión no usual en este tipo de eventos, más dado a lo meramente festivo. El foro La Danza y la Política, realizado en la Galería...

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