El Dragón de Acero

Hurgando en la filmoteca que hemos conformado gracias a los quemaditos, di mos con Il caso Moro, película de Giuseppe Ferrara estrenada en 1986 que, con una magistral y un tanto manierista interpretación de Gian Maria Volonté, recreaba, a partir de las cartas escritas durante su cautiverio, el secuestro y asesinato de Aldo Moro, dos veces primer ministro de Italia, a manos de las Brigadas Rojas, en 1978. Más allá del abatimiento que aflige al líder democristiano al sentirse abandonado por sus compañeros de ruta, son de sumo interés los diálogos que sostiene el rehén con sus captores: estos con la falaz argumentación que hoy esgrime el chavismo lo acusan de marioneta del imperialismo; la víctima les reprocha su simplificación, haciéndoles notar que la gestión de su partido respondía más a la concatenación de toda una serie de circunstancias inherentes a la realidad italiana que a un diseño indescifrable concebido en abstracto por una entidad supranacional.Moro apela a un principio, según el cual cuando dos teorías en igualdad de condiciones tienen las mismas consecuencias, la más simple tiene más probabilidades de ser correcta que la compleja navaja de Ockham, todo lo contrario de lo que han hecho y siguen haciendo nuestros revolucionarios de tres al cuarto, comenzando por el que se fue y no hace falta, quien achacaba la culpa de sus fracasos a inverosímiles conjuras y complots que involucraban a la CIA, el Mossad, la Comisión Trilateral, el grupo Bilderberg y hasta el Ku Klux Klan; Maduro continúa en esa onda de reduccionismo inverso y, tal como lo hace notar Moisés Naím, sostiene con Mugabe, Erdogan, Putin y Bashar el Assad que lo que sucede en Harare, Estambul, Kiev y Alepo, al igual que lo que acontece en Caracas, se debe a una gran conspiración internacional, y no simple y llanamente al descontento ciudadano; o cuando, para tratar de justificar su inasistencia a la toma de posesión de Bachelet, asevera que permanece en el país porque, la estabilidad, de América del Sur, del Caribe e inclusive de buena parte de Centroamérica depende hoy por hoy de la estabilidad de Venezuela, y no para abstenerse de dar explicaciones sobre la muerte de la ciudadana chilena Gisella Rubilar, sacarle el cuerpo a un embarazoso encuentro con Joe Biden o, sencillamente, porque el avión presidencial sufrió un desperfecto.Ese retorcido proceder podría explicar que en una deleznable y apologética cuña encargada por el Minpopo de Información a los amigos del...

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