Estaban allí. Fotografías de Luis Brito

La fotografía, desde sus primeros intentos, insistió en la fascinación por los muñecos de todo tipo. De hecho, los primeros retratos al daguerreotipo convertían a las personas en muñecos inanimados, rígidos, con ojos muertos, de manera que no se podían distinguir en los retratos de grupos aquellos que estaban vivos de los difuntos. Para las largas poses, las esculturas se comportaban como modelos disciplinados. La fotografía es una herramienta que embalsama a los vivos y sin embargo da vida a los muñecos de madera, de piedra o cera, en un instante cubiertos de carne detenida por la fotografía. Los maniquíes surrealistas, las muñecas de Hans Bellmer, los personajes de cera de Hiroshi Sugimoto, las imágenes abandonadas de Ricard Terré, son ejemplos de la ambigüedad morbosa que los fotógrafos buscan entre lo que parece vivo pero en realidad no lo estaba.Luis Brito en los últimos años de su carrera se debatía entre la estética que siempre había guiado sus trabajos fotográficos y el feísmo de la si tuación decadente en la que veía sumido a su país. Él, que fue europeo de adopción durante más de una década, retornó a un país empobrecido e inmerso en el conflicto social. No se respetaba ni la cultura elitista por la que Venezuela había brillado las gigantes esculturas de Soto en las autopistas, la monumental arquitectura de la Universidad Central, etc. ni la cultura indígena, ese patrimonio inmaterial del que es tan enemiga la riqueza de un país como su miseria.Brito concretó su indignación hacia aquella barbarie con un proyecto que llamó Misión vuelvan mierda, en irónica referencia a las misiones que en 2002 impuso el régimen chavista.Aquella administración en paralelo logró desbaratar las atribuciones del Estado en el respeto y cuidado de lo más frágil, ya fueran seres humanos, Naturaleza, arte o estado de derecho. Brito siguió trabajando con sencillez el registro del deterioro y la cochambre, agrupaba sus fotografías y valoraba cada vez más el ser puro de los habitantes de la diáspora caraqueña. Se admiraba y enervaba. Se indignó en lo profundo. Sus fotografías de mendigos en la calle, grafittis con proclamas políticas en los muros, esculturas saqueadas y mutiladas y cines abandonados llevan la rabia de escupitajos lanzados contra el suelo.En ese tiempo dio con un personaje cuya memoria era víctima también de esa dejadez: el desaparecido artista Armando Reverón. Le impresionó su biografía que encajaba con aquellos otros seres del lado salvaje...

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