Amable caballero de la prosa

Conocí a Atanasio Alegre hace veinte años. Me encomendaron redactar su ficha bibliográfica para un diccionario de literatura venezolana que, lamentablemente, se quedó en algún archivo universitario, como suele ocurrir con ciertos proyectos de envergadura que requieren el concurso de varios organismos, investigadores y lustros. Meses atrás, su libro Sombras de tejado 1992 lo había revelado como un sólido ensayista, de la estirpe más genuina del género cuya membresía cuenta, por supuesto, al padre Montaigne, pero también a aquellos filósofos profesionales que no desdeñan el acercamiento a un público mayor, como lo practica Savater y, en el caso venezolano, el inolvidable Juan Nuño. No sé por qué siempre que leo a Atanasio lo relaciono con la filosofía. Tal vez sea por su talante de explorador del sentido profundo de lo que vibra en las páginas que comenta o valora. La ficha avanzaba poco: mí nimos detalles académicos, una remota monografía sobre ritual y comunicación, el tomo de ensayos motivo del interés de los coordinadores del repertorio sobre escritores y obras del país. La verdad, no tenía mucho que mostrarles a mis patrones hasta cuando Armando Navarro vino en mi auxilio: me pasó el número telefónico de Atanasio y, además, lo puso al tanto de la pesquisa.Nos citamos en el Centro Comercial Chacaíto. De inmediato la camaradería típica de los que padecemos el virus crónico de la literatura nos hizo reconocernos.En su apartamento, ya en la despedida, me regaló Filo meno a mi pesar, de Gonzalo Torrente Ballester, la novela que por entonces agitaba su entusiasmo. De aquel encuentro me queda la certeza de que estaba ante un auténtico caballero que en lugar de aprovecharse de quien investigaba sus materiales, escenario propicio para la fatuidad, prefirió hablar de los narradores y poetas que le mejoraron la vida.En adelante, me hice asiduo lector de los títulos que Atanasio iba publicando con la pasmosa regularidad de un escriba que ha alcanzado el timbre exacto de su prosa; sobre todo en el ensayo, terreno en el cual se mueve con inusitada gracia sin desmedro de los contenidos en apariencia pesados en un formato más a tono con la charla, si cabe el término.Desde aquella mañana hasta hoy, una sostenida carrera narrativa su pri mer libro de cuentos, Las tentaciones de una señora decente, es de 1993 y ensayísti ca donde sobresalen, entre otros, los compendios Los territorios filosóficos de Borges según Nuño y otros ensayos 2002 y Los carnavales...

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