Sobre El día del atentado

Cualquier joven de esta turbulenta Venezuela que vivimos, está familiarizado con el término magnicidio. Es una palabra que no le resulta extraña, que puede definir con rapidez y exactitud. Como si fuera de uso frecuente, como si esa desgracia que supone el asesinato de un presidente ocurriese de manera regular en nuestra vida política. Pero, lo sabemos, afortunadamente nada más alejado de la realidad. El último magnicidio que conocemos ocurrió hace ya más de sesenta años, y, como de sobra se ha comprobado y escrito, desde la academia hasta la literatura, todo fue fruto de un accidente desafortunado, un tiro que se le fue a alguien, una chambonada más de las tantas que pueblan nuestro historial político. ¿Por qué, entonces, los jóvenes de hoy están tan aclimatados a tan peligroso término? Pues por el uso abusivo e irresponsable que de él hizo el recientemente fallecido Hugo Chávez Frías, Presidente de la República durante los últimos catorce años de nuestra vida republicana.Desde la campaña electoral de 1998, el entonces candidato reveló que podía ser víctima de un atentado. Y la denuncia, cada vez con tonos más dramáticos y paranoicos, no desapareció de su discurso; todo lo contrario, se mantuvo hasta el final y hasta fue prolongado después de su muerte porque sus herederos, sin empacho alguno, acusaron que el cáncer que le mató fue inoculado.Semejante vocación por el escándalo, la alarma y la opereta bufa, se justifica en un régimen que, siendo militarista y teniendo un origen violento, jamás pudo hacerse de una épica que le justificase y diese sentido. A Hugo Chávez nunca nadie quiso matarlo y, al final, nadie le mató. No pudo ser el héroe que tanto deseó, y el mártir tampoco.En la acera contraria a sa ber: la de la lucha civil y democrática sí hubo, sin embargo, un intento real de magnicidio, que dejó muertos, que implicó una costosa y sofisticada conspiración internacional, que puso en riesgo la paz y la estabilidad de la nación, y que permitió que el objetivo del atentado, el Presidente Constitucional de la República, al sobrevivir milagrosamente a la intentona magnicida, dando extraordinarias muestras de arrojo y valentía personales, se convirtiese, ante los ojos del país y del mundo, en un auténtico héroe de la civilidad y la democracia.Y es ese atentado el que aborda de manera minuciosa, rigurosa, académica, completa y, sin duda apasionante, Edgardo Mondolfi Gudat, en El día del atentado. El frustrado magnicidio contra Rómulo...

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