Codificador del ballet dramático

AJohn Cranko se le identifica con el ballet dramático por sus singulares capacidades de narrador de historias y las formas teatrales que moldea desde la corporalidad de sus intérpretes. Pocos creadores hallaron una síntesis tan plena entre los ideales del remoto ballet de acción, la poética del ballet romántico, el fasto escénico del clásico y los postulados libertarios del neoclásico. Testigo del siglo XX veneró, sin embargo, la tradición que lo antecedió y renovó a profundidad la dramaturgia del movimiento sin dejarse deslumbrar por la tendencia del abstraccionismo puro en plena experimentación. El coreógrafo británico de origen surafricano trasladó con eficacia los códigos del teatro a los específicos del cuerpo, no proponiendo un lenguaje híbrido e indeterminado con el que se suele caracterizar a la danza teatro, sino planteando una visión dramática alternativa desde la autonomía del movimiento. Shakespeare fue una clara y permanente motivación en la obra coreográfica de Cranko. Romeo y Julieta Prokofiev, 1958, Sueño de una noche de verano Mendelssohn, 1960 y La fierecilla domada Scarlatti Stolze, 1969 constituyen una trilogía fundamental sobre el más universal de los dramaturgos, con la que llegó a lo elevado de su espíritu humanista, exaltó su condición atemporal y enfatizó en la permanente pertinencia de su discurso. Pero es Onegin su obra esencial, la que constituye su legado trascendental al arte coreográfico occidental y la que resume los valores más sólidos que orientaron su tránsito en la creación artística y delinearon los perfiles del ballet dramático como género dentro...

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