Cada destino tiene su caleta

En La Gran Sabana La Gran Sabana en Semana Santa es la negación de su naturaleza. Los rustiqueros la convierten en una desolación con sus demostraciones 4x4 que no le causan la menor gracia a la visita y que destruyen los orígenes del planeta. Como la solución no puede ser abstenerse de la emoción de recorrer este Parque Nacional decretado Patrimonio Natural de la Humanidad en el año 2000, mi recomendación es que contraten a los pemones de la Cooperativa de Turismo E'masensen para que vayan a la comunidad de Unatöy. Aquí vive la familia Sucre sobre una meseta por donde corre un manantial virgen y pulcro, lleno de pocitos cristalinos. La vista es, por un lado, la cadena de tepuyes de Chimantá, y del otro, cuatro tepuyes más. Si caminan 45 minutos por la sabana van a ver un humo que viene del fondo. No es un incendio. Es el vapor del Salto Techinén. Debe tener una altura de unos 50 metros, pero es tan ancho que hay que hacer un paneo con la mirada para gozarlo completo. Para llegar a Unatöy hay que navegar varios días por el río Karuy, caminar por la selva y conversar con Ricardo Chuní -el guía ejemplar- sobre las leyendas de esta etnia, pobladores de la Gran Sabana desde el principio de los tiempos. Es un viaje de auténtica comunión con este mundo sagrado y mágico. Sólo pueden ir grupos de máximo 10 personas. Otra opción con la misma cooperativa es subir hasta el tepui Sororopán. Son dos días para subir y uno para bajar, saliendo desde Kavanayén. Una caminata de selva compartiendo con monos capuchinos, báquiros y colibríes hasta llegar a un minúsculo plano en la cumbre donde sólo cabe una carpita. Son 360 grados de asombro. En días despejados ven desde el Roraima y el Kukenán hasta el Auyantepui y el Chimantá. Si prefieren algo más sencillo y cercano, busquen a Iván Artal -Ruta Salvaje en toda la entrada de Santa Elena de Uairén- para que le pasen por detrás al Salto Yuruaní, naveguen en kayak por los ríos, hagan rafting o vuelen dichosos sobre la sabana. En Choroní Como el pueblo se convierte en un desastre de tráfico, cornetas, música estruendosa, colas para montarse en los peñeros o para comprar empanadas, se me ocurre que la solución es irse caminando por el sendero Turmero-Chuao. Este recorrido de dos días por la montaña lo ofrece la gente de Expediciones Kumarakapai, con acampada en la mitad de la montaña. Se evitan el tráfico, las curvas horrendas de esa carreterita con los autobuseros suicidas y se ponen en forma. Lo rico es que...

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