Coberos

La mentira tiene patas largas y populares. Lo ilustran Hugo Chávez y Daniel Santos. La pren sa caribeña informa que el cantautor boricua será celebrado con festividades en febrero del 15, por su centenario natal. En su última visita a Caracas, en el 89, lo entrevisté por sugerencia de Nelson Luis Martínez, director del Suplemento Cultural de Últimas Noticias donde era cola boradora. Lo hice por respeto al decano periodista, ya que Santos nunca fue santo de mi devoción.Su voz era nasal, impostada, recia, de botiquín.Su bohemia retratada en El Inquieto Anacobero, cuento de Salvador Garmendia, sus Con fesiones a Héctor Mujica y La importancia de llamarse Daniel Santos, novela de Luis Rafael Santos, confirman cómo su leyenda se debió más que a una gran calidad vocal a su escandalosa y dura vida repleta de incidentes en sitios de alcohol y droga. A los impecables arreglos de La Sonora Matancera. Y a su izquierdismo de frases mitinescas. Pero, además, mi rechazo iba por otra vía. El comunismo cantado en La Nueva Trova Cubana dio muestras perdurables.Algo desafinaba en lo interno de su tango tropical con letra entrañable o politiquera. Fue triste percibir sus 70 años en evidente vacío espiritual tras una exitosa carrera. Sin licor ni micrófono personaje sin persona, fija la mirada, ordinario el gesto, habla de gruñidos y monosílabos.La música sin disfraz es fiel espejo personal y público que ilumina trasfondos de la historia. Daniel lució pacifista mien tras odió el imperialismo yanqui porque lo reclutó como soldado contra el nazismo y su fama creció con la Despedida de Pedro Flores, pero le compuso y cantó glorias al fusilador Fidel Castro con Sierra Maestra...

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