La comunidad portuguesa y el control de precios

Con la entrega del pernil, nos sabotearon. Un país en particular, Portugal. Porque nosotros compramos todo el pernil que había en Venezuela, pero teníamos que comprar afuera para completar y nos sabotearon la compra del pernil, afirmó el presidente Nicolás Maduro antes de finalizar el año 2017.Esta declaración, reportada por la prensa nacional e internacional, indica, como ya es costumbre, que cada fracaso del gobierno tiene un culpable: es el síndrome del enemigo externo, muy bien explicado por Peter Senge en su obra La quin ta disciplina. Difícilmente un revolucionario se permite admitir el error propio.El comienzo del nuevo año presagia que lo que nos viene es peor a lo vivido en 2017. Así se advierte de la acción desplegada por los funcionarios de la Superintendencia para la Defensa de los Derechos Socioeconómicos -organismo con nombre pomposocontra los supermercados de Caracas para bajar autoritaria y ficticiamente los precios de los productos.La acción de la Sundde eviden cia, una vez más, que el dogmatismo y la intransigencia ideológica del régimen revolucionario son indoblegables. No importa qué tan grande sea la realidad de los hechos, el revolucionario no cambia de opinión porque es el dueño de la verdad.La experiencia enseña que solo la economía de mercado puede producir riqueza y calidad de vida. Salvo el modelo cubano, que transita hacia una apertura, apenas queda en el mundo el caso venezolano experimen tando las recetas de un modelo económico que solo puede garantizar la pobreza y el retroceso. La secuencia de la batalla revolucionaria contra las casas de abastos indica que hay una mezcla de retaliación y frustración, salpicadas de doctrinas marxistas en desuso.Luego de haber culpado a Por tugal de lo ocurrido, vino el segundo paso: bajar los precios -¡coincidencia!de los supermercados propiedad, en su casi totalidad, de empresarios portugueses o de origen portugués.Se echa mano, entonces, de la Ley orgánica de precios justos y se resuelve el asunto procla mando que ese precio justo no sea el que fija el comerciante de acuerdo con su estructura de costos, sino el que caprichosamente fija el burócrata. No se toma en consideración que, en una economía...

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