Crónica de crónicas: El Libro de Caracas

La gran tarea de escribir el libro le fue encomendada a Guiller mo Meneses por el Concejo Municipal del Distrito Federal, en el año 1965. El motivo, conmemorar con este los cuatrocientos años de la ciudad de Caracas en 1967. Se le pidió al escritor que su redacción resultara una crónica general de la vida de la ciudad, capaz de dar cuenta de su acervo histórico cultural en todos sus aspectos. En ese 1967 apareció la edición y, como bien lo merecía el momento, el Libro de Caracas, de Guillermo Meneses, resultó de lujo. La segunda edición de ese texto realizada por Fundarte, tres décadas más tarde, tuvo el claro cometido de convertirse en una publicación masiva, conmemorativa de la Semana de Caracas del año 1995. En esta otra ocasión, el tiraje se hizo a solicitud de la Alcaldía de Caracas. El título de las dos edi ciones de ese libro, nacido crónica, se presta hoy con soltura para el juego de autoría. Es a un mismo tiempo un texto de la ciudad y de su cronista. Es el texto de Caracas, del mismo modo que lo es de Meneses. Ambos comparten la autoría de El libro. Con esa misma obra, nombrar a uno es nombrar al otro. Y basta abrirlo para encontrar marcas de ese juego de pertenencia replicado en los registros y voces que reúne. La voz que lo narra, y es escritura, junta con deleite voces y escritos de la gente de la ciudad. Nos cuenta: lo que habla Juan de Pimentel en su libro de historia de Caracas; las cosas que ha escrito José de Oviedo y Baños en el suyo; las discusiones de sus cabildos civil y eclesiásticos registradas en sus actas; las narraciones de Humboldt; las voces del teatro; el mármol rasgado con cincel en memoria de José María España; lo que dice la leyenda escrita por Arístides Rojas sobre el caso de aquellas reuniones en la cercanía de Chacao, amenizadas con el aroma y la degustación del café. Todas esas voces y escritos, y otras muchas se juntan en el homenaje a Caracas encomendado a Meneses. Pero su voz no es de ventrílocuo, el narrador no finge provenir de lejos ni imita los timbres de voz de los otros ni los sonidos generales de la ciudad. Su voz es una más entre las otras de Caracas y, justo como quiere serlo, resulta también un colector de las relaciones caraqueñas semejante a todo aquel lector que se acerque a su texto. A todo aquel sujeto deseoso de conocer y ensamblar relatos de esa ciudad capital. El vocerío crece conforme se avanza en la lectura del Li bro. El narrador está presen te la mayor parte del tiempo. Unas...

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