Cuesta explicarlo

Es difícil encontrar consenso sobre si los órdenes establecidos bajo el imperio constitucional pueden ser legítimamente desbordados, cuando la realidad política y social de un país hace pensar que, irremediablemente, todo conduce a un inexorable despeñadero de consecuencias irreversibles. Los que hemos sido formados bajo una óptica civil con apego a valores republicanos y a principios de alcance democrático pluralismo y tolerancia política creemos que la Constitución es el remedio a todos los males, y que frente a las afrentas a nuestro texto magno no existe otro camino que profundizar en él. Sin embargo, tal proclama principista, no siempre y en estos tiempos casi nunca logra apaciguar el ánimo y el desánimo de los venezolanos medios, que gozan del envidiable privilegio de restarle minutos a su diaria supervivencia, para conocer e informarse de los continuos ataques que, tanto a nuestro acervo jurídico más importante el texto constitucional como a los elementos integrantes del Estado, hacen nuestros actuales gobernantes, bajo la total indiferencia de quienes están llamados legalmente a ejercer el control de sus actuaciones.El maestro García Pelayo, noble español que hizo vida académica en esta tierra de gracia durante el siglo XX, nos enseñó a través de sus sabias letras, que el territorio, la población y sus instituciones políticas son los elementos básicos que crean las condiciones existenciales del Estado. Solo la conjunción de este trípode permite la existencia del Estado.¿Qué diría un individuo que se hubiese queda do dormido a la manera de un Rip van Winkle tropical, justo después de aquel suceso en el que el gobierno venezolano de 1987 puso, de manera digna, freno a las pretensiones expansivas del gobierno colombiano que se vio obligado a retirar la corbeta Caldas de mar venezolano si despertara 26 años después, en un territorio gobernado por hombres que, por un lado se dicen fieles defensores de la patria y, por otro, permiten que obreros chinos desplacen en tierra...

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