Cumbre mundial sobre la sociedad de la información: Desafíos

AutorGladys Stella Rodríguez
CargoUniversidad del Zulia Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas Instituto de Filosofía del Derecho “Dr. José M. Delgado Ocando” Sección de Informática Jurídica y Derecho Informático Maracaibo – Venezuela gladystella@mipunto.com

Avance del Proyecto de investigación intitulado: Los Tratados Internacionales en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, Financiado por el CONDES, bajo el No. 1013-2004.

1. Introducción

El nuevo esquema de racionalidad que pretende superar los efectos perversos de los procesos de modernización y globalización en la nueva Sociedad de la Información y ante los nuevos retos que plantea la tecnociencia, con particular incidencia sobre el ecosistema global y la manipulación genética, introducen un nuevo horizonte en el concepto de Derechos Humanos. La nueva Sociedad de la Información deberá comprender un nuevo orden económico internacional, una mejor relación entre la humanidad y el planeta, incluido el respeto al medio ambiente y las políticas ecológicas y en general todo aquello que evite que el productivismo tecnocientífico continué imponiendo su lógica destructiva e irresponsable para el futuro del planeta y de la especie humana. Solo en este sentido deberá plantearse la nueva sociedad de la información, aprovechando las nuevas tecnologías y adelantos científicos para expandir la defensa y la cultura de respeto a los Derechos Humanos.

Bajo los auspicios de las Naciones Unidas (ONU) y de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (IUT), se desarrolla la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información en dos fases, teniendo lugar la primera en Ginebra, con un objetivo preciso: reducir la fractura digital, ese abismo que separa a los países altamente equipados en informática y electrónica de aquellos que aún están muy desfasados de lo que es Internet y, la segunda fase en Túnez, a fin de consolidar los avances logrados en la primera fase.

Debe recordarse algunas cifras: más de dos mil millones de personas -un tercio de la humanidad- no disponen de electricidad; cuatro de cada cinco habitantes del planeta no han utilizado jamás un teléfono (existen más líneas telefónicas en el barrio de Manhattan, en Nueva York, que en toda el África subsahariana); más del 90% de nuestros contemporáneos nunca navegaron por Internet.

En una sociedad del conocimiento y del saber como pretende ser la del presente siglo, estas carencias resultan fatales y contribuyen a mantener el retraso de muchos países pobres. Por eso, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) ha insistido en que una de las maneras de combatir el atraso y la pobreza consiste en reducir esta brecha, no sólo tecnológica, sino económica, social, ideológica y cultural, que ha prevalecido por siglos, y que con un progreso planificado, debería desaparecer de aquí al 2013.

La primera fase de la Cumbre en Ginebra, insistió en la necesaria cooperación internacional y la indispensable solidaridad electrónica entre los pueblos. La declaración final fue firmada por los 191 estados miembros de la ONU y tiene el valor de un solemne compromiso internacional, lo cual inspira una mayor confianza en su cumplimiento u observancia que otros muchos documentos que a veces sólo quedan en intenciones. Constituye una especie de Carta magna de la sociedad de la información y propone un programa de acción que debe ser puesto en práctica en los siguientes dos años a partir de 2003.

Al comentar sobre la preparación de esta Cumbre de Ginebra de 2003, debemos precisar que la misma dio lugar a enfrentamientos homéricos entre estados, empresas y ciudadanos. Fueron necesarias tres conferencias preparatorias y cinco cumbres regionales para allanar en parte las profundas divergencias entre ellos. Los problemas surgieron como consecuencia de que, por primera vez, una cumbre de la ONU convocaba, con igual derecho, no sólo a Estados sino también a actores privados (empresas y ciudadanos) cuyas proposiciones aún escandalizan a algunos gobiernos. Parece que olvidamos que las nuevas tendencias del Derecho Internacional, nos exigen el reconocimiento de nuevos sujetos de derecho internacional y que este escenario internacional ya no es exclusivo de los estados, si no que se incorporan otros de igual importancia como son las organizaciones internacionales, las organizaciones no gubernamentales y los mismos individuos.

Cinco discrepancias centrales fueron las discutidas en el marco de este primer encuentro. Primero, la cuestión del fondo de solidaridad destinado a ayudar a los países en desarrollo a equiparse de infraestructuras de comunicación. Muchos estados pobres están dispuestos a permitir que estas infraestructuras sean instaladas por empresas privadas que podrán explotarlas luego y extraer de ellas todo el beneficio que quieran. No obstante, en este sentido, las Organizaciones No Gubernamentales (ONGs) han manifestado su oposición y denuncian un neocolonialismo digital que agravará, dicen, la fractura tecnológica entre ricos y pobres. En EEUU, uno de cada cuatro blancos tiene acceso a redes de alta velocidad, mientras que uno de cada siete negros y uno de cada ocho hispanos son los que tienen acceso a la red.

Segundo, los derechos humanos. Se busca obtener que, en el preámbulo de la declaración final, todos acepten que la comunicación sea considerada como un derecho del ser humano, y que se formule que cada ciudadano tiene derecho de ser emisor y no sólo receptor de informaciones.

Tercero, el control de las redes de información y de comunicación. Lo que, en la jerga de los internautas, se llama la e-gobernancia y que concierne sobre todo a Internet. Hoy Internet está controlado por una autoridad privada, el Corporación Internet de Asignación de Nombre y Números (ICANN), proclamada por los Estados Unidos, pero muchos países desean que una red de comunicación y de saber tan fundamental como Internet, en lugar de estar bajo el control de una empresa privada norteamericana , esté bajo el control internacional de la ONU o de la UIT.

Cuarto, el problema de las libertades públicas. En el ambiente seguritario actual, muchos gobiernos no respetan la vida privada de los usuarios y a través de las redes electrónicas vigilan a sus ciudadanos. Las ONGs denuncian esta situación que se ha agravado después de los atentados del 11 de septiembre de 2001.

Y quinto, la cuestión de la propiedad intelectual. Los Estados quieren que este problema se trate en el seno de la Organización Mundial de Comercio (OMC). Los ciudadanos replican sobre el tratamiento de la propiedad intelectual ante este órgano, pues si esto se hace, se estaría reconociendo que la cultura, la comunicación y la información son sólo mercancías y no es así (Ramonet, 2003).

Bajo este contexto, es posible que evaluemos como positiva, que no sólo sean Estados los que participen en esta reunión, sino miembros de la sociedad civil, dado que existe un equilibrio y una justa apreciación del papel que habrá de jugar todos los que integramos la sociedad o comunidad mundial.

1.1. Sociedad de la Información ¿qué es y para qué?

La pregunta aquí es si es que el término “la sociedad de la Información” (o el término relacionado “sociedad del conocimiento”) es útil para la sociedad civil. ¿Realmente describe la emergencia de una nueva forma de sociedad? ¿De qué manera es diferente, y puede mejorar los derechos humanos y satisfacer las necesidades humanas apremiantes?

La respuesta no es para nada obvia, ya que el término contiene una pesada carga ideológica. Primero ganó aceptación a mediados de la década de los 90, cuando la Unión Europea se lanzó en un impulso importante para volver a regular y privatizar el sector de telecomunicaciones a fin de permitirle a la Unión Europea (UE) según decían, competir con los EE.UU. y el Japón, en tecnologías de la información. El término fue escogido específicamente para subrayar que la nueva sociedad, por la cual ellos estaban luchando tendría un importante eje social; no se trataba simplemente de infraestructura (finalmente a ser apropiada y controlada por el sector privado), sino también se luchaba por el desarrollo social e inversión, asegurando que los beneficios lleguen a la gente.

Desafortunadamente, las actividades y presupuestos orientados al logro de las metas sociales fueron minúsculos comparados con los enormes cambios forjados por la re-regulación y la privatización de la infraestructura en telecomunicaciones. En 1995, el (entonces G-7) introdujo su propia versión de la sociedad global de la información, ofreciendo una vez más, unas cuantas aplicaciones piloto para promover el servicio universal, mientras perseguía vigorosamente las políticas de liberalización que habían tenido gran éxito en desnacionalizar la industria de la telecomunicación y están procediendo con el sector de los medios de modo más general.

A este respecto, la “Sociedad de la Información” pudiese ser considerada un simple invento de las necesidades de globalización del capital y de los gobiernos que la apoyan. Aunque esto ha tenido como resultado, para muchos países de América Latina, particularmente del Sur, un gran crecimiento en el acceso; estamos conscientes en que gran parte, de este acceso está confinado a las áreas urbanas y a mercados más lucrativos, y la mayoría se ha encontrado en el lado equivocado de una creciente “División Digital”. Esta visión de la Sociedad de la Información, dirigida por las necesidades de las corporaciones...

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