La decadencia del canapé

Claro que entre nosotros no le llamamos así. Pasapalos, les decimos, y todo el mundo entien de, menos los viajeros y visitantes. Pero no es muy elegante titular La decadencia del pasapalo. Además, y de inmediato, la gen te de los tequeños va a protestar y escribir cartas al defensor del lector. Y con razón. Llevan 70 años reinando entre los pasapalos, a pesar de los intentos de la vanguardia de hacerlos de chocolate o finas hierbas asiáticas. En el mundo del mercadeo, los lanzamientos de productos y ser vicios y el posicionamiento de cuanta cosa pueda usted necesitar o no, los pasapalos son fundamentales. También hacen falta en los cursos de formación, de actualización, los de introspección y las tertulias profesionales. A eso agregue el lector la vida en sociedad de la gente, y verá que la demanda de canapés, bocados, tentempiés, botanas, cosas para picar que no se pican van diariamente de nacimientos a graduaciones, de matrimonios a cumpleaños, de despedidas a celebraciones por haber llegado sano y salvo de un viaje por la Autopista Regional del Centro, o por haber conseguido leche, enjuague bucal, medicinas o harina Pan. Así, una demanda cada vez ma yor de pasapalos marca la vida los urbanitas. Tanto que, por ejemplo, ya no se cena. Pero no se confíe. Los cronistas de sociales, y quienes cubren lo que antes se llamaba la vida empresarial, advierten que algo falla. Que mejor vaya comido. Que si no lleva un par de cachitos en el bolsillo o la cartera...

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