Una introducción a la doctrina platónica del alma.

AutorSuzzarini, Andr
CargoEnsayo cr

Resumen

En este trabajo se exporte de manera sucinta un esbozo de lo que podemos llamar la > contenida en tres diálogos: Fedón, la República y Timeo. Siguiendo el orden temporal en que tales textos fueron escritos, intentaremos mostrar en ellos la evolución de la doctrina y asimismo la conformación de un pensamiento teológico religioso de tipo racionalista. Será objeto a tratar en trabajos posteriores y separadamente la doctrina que Platón desarrolla sobre el alma en cada uno de los diálogos arriba señalados.

Palabras clave: Ideas. Alma. Inmortalidad. Virtud. Individuo. Sociedad.

AN INTRODUCTION TO THE PLATONIC DOCTRINE OF THE SOUL

Abstract

In this paper it is expounded in a short way ah outline of that we can called > the same being contained in three dialogues: Fedon, the Republic and Timeo. Following the temporal order in which said texts were written, we shall attempt to show in them the evolution of the doctrine and likewise, the formation of a religious teological thought of rationalist type. The doctrine concerning the soul that Plato develops in each one of the aforementioned dialogues will be an object to be trated in subsequent and separately papers. (Translated by Lic. Ramos de Méndez).

Key words: Ideas, Soul, Immortality, Virtue, Individual, Society.

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La doctrina platónica del alma, que estudiaremos entres obras cronológicamente sucesivas de Platón: Fedón, República y Timeo, puede ser considerada como la culminación de la revolución intelectual iniciada en Grecia en el siglo V, revolución asociada en ese inicio con el nombre de Tales de Mileto. Ella representa en la historia de la cultura la aparición de una concepción racional del saber fundada en el razonamiento y en la observación, que más tarde recibió el nombre de filosofía, y filósofo el que se ocupaba de ella. La visión filosófica va a enfrentar una antigua manera de contestar las principales preguntas que ha podido hacer el hombre desde que aparece como hombre. A esta antigua manera la llamamos mítico-religiosa, constituida por un número prácticamente inagotable de deidades de variada importancia y de mitos explicativos de los fenómenos naturales y de la conducta privada y social de los hombres.

Pero la creación de la filosofía y su relativa oposición a lo mítico religioso no constituyó una ruptura de los filósofos con la religión popular, sino un esfuerzo más o menos consciente de llevar lo racional a todos los objetos de interés humano, y entre ellos, a lo religioso mismo. Por lo que se refiere a lo religioso, hacer a las deidades y a los mitos más aceptables para las exigencias de la racionalidad, de allí que ya desde el siglo VI a. C., siglo del florecimiento de Tales de Mileto, es posible apreciar la interrelación entre filosofía y religión, y la persistencia en los filósofos de preocupaciones religiosas, ciertamente de un sentido menos litúrgico, pero religioso en fin. Esta preocupación por lo religioso por parte de los filósofos se manifiesta en la asignación de un carácter divino a aquellas potencias o principios que encuentran en los orígenes de las cosas. Aunque las formulaciones de los filósofos anteriores postularon los principios por ellos descubiertos como identificados con lo divino pero suprimiendo cualquier vinculación inmediata con la religión popular, e iniciando así un alejamiento gradual del carácter antropomórfico anteriormente atribuido a la divinidad, no construyen explícitamente una religión, en el sentido de cultos y sacrificios organizados, que puedan o quieran oponerse a la religión popular. A este respecto, la escuela filosófica cuya fundación más o menos legendaria se atribuye a Pitágoras, la cual establecía, al parecer, ciertos rituales con relación al número, así como prescripciones de comportamiento y alimentación, resultaría ser una excepción. En todo caso, si bien los filósofos realizan una verdadera revolución intelectual, que de alguna manera se opone a los cultos populares, ello no ocurre por medio de una conversión antirreligiosa y atea, sino más bien dentro del marco de una convicción, de una fe en la divinidad, que aunque se aparta de la fe popular en los aspectos exteriores, se identifica con ella en cuanto supone la existencia de alguna entidad trascendente, siempre más allá de la plena comprensión humana, y que en último término da sentido a todo, o al todo, y con ello, al comprender y al actuar de sabios y simples por igual.

Así, si el nacimiento de la filosofía griega puede considerarse, como con razón se considera, como el nacimiento del racionalismo, no puede considerarse que con ella nazca también necesariamente la irreligiosidad o el ateismo. Religión y filosofía vana evolucionar paralelamente y muchas vetes juntas, influyéndose recíprocamente. Esta evolución y esta convivencia van a mostrarse con claridad y eficacia en la obra de Platón; él es un filósofo, pero también un hombre religioso. Su filosofía ha de estar determinada por ese carácter en la medida en que los elementos fundamentales de ella han de tener un carácter divino, especialmente las ideas y el alma. Esto, sin duda, es discutible, y se ha discutido; ello quiere decir que la exposición platónica acerca de estos elementos dista de ser clara y de ser la misma a través de toda su obra. Quiere decir, ciertamente, que es vano intentar encontrar a lo largo de la obra, escrita durante cuarenta años o más, una completa coherencia de los argumentos o una univocidad total de los términos. Conviene buscar más bien una obra en evolución y una evolución intelectual del autor.

Este trabajo se propone la exposición de lo que podemos llamar la > contenida entres diálogos: Fedón, la República y Timeo. Basándonos en el orden temporal en que tales textos fueron escritos, intentaremos mostrar en ellos la evolución de la doctrina y asimismo la conformación de un pensamiento teológico religioso de tipo racionalista. Presuponiendo conocida en general la doctrina fundamental de Platón, la doctrina de las ideas, veremos en primer lugar, en el Fedón, cómo a partir de la convicción de la inmortalidad del alma, convicción, sin embargo, que debe someterse a prueba, se establece cuál ha de ser la conducta a asumir por el verdadero filósofo en el trance de la muerte: la tranquila y aun alegre aceptación de la misma. Tal aceptación de la muerte será una consecuencia de lo que entiende Platón por verdadero filosofar: un constante esfuerzo por separar cuerpo y alma para que el alma, libre entonces de las exigencias del cuerpo, pueda contemplar las ideas únicas y eternas. Separación de cuerpo y alma es lo que llamamos muerte; y así, del constante esfuerzo por separar cuerpo y alma, que realiza el filósofo en vida, ha de pasarse a la separación definitiva que es su aspiración última. Y es no sólo aspiración última, sino condición necesaria para que el filósofo finalmente pueda acceder a la plena contemplación de las ideas, acceso pleno que en vida le está vedado, pues exige completa separación de cuerpo y alma. Sin embargo, esta afirmación de que es la muerte condición necesaria para el conocimiento es válida sólo para la parte inicial del Fedón, no así para otros diálogos, como la República, donde ella puede ser considerada como abandonada, y sustituida por la convicción de que en vida y por medio del cultivo de la ciencia del bien, o ciencia dialéctica, es posible el acceso. En el Fedón, el cultivo de la filosofía, que en vida del filósofo no alcanza su propósito último, tendrá...

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