Dos proyectos: ningún proyecto

Normalizar la vida nacional, confesado objetivo de las fuerzas de la oposición política durante el pasado año electoral, constituía el requisito mínimo de prelación para que eso que cierta jerga periodística de segunda mano denominan las fuerzas vivas de la nación, comenzaran a intercambiar elementos de juicio en torno a un proyecto nacional compartido. Me estoy refiriendo a la ne cesidad existencial de que los conductores del Estado venezolano sean capaces de promover un ambiente de coexistencia y un debate público civilizado, que haga efectivo el espíritu de la Constitución Nacional sancionada por los ciudadanos en 1999. Superar, definitivamente, la fractura emocional vigente en el país promoviendo el diálogo democrático y el respeto a la diferencia. Por proyecto de país, pien so, no debemos entender única o necesariamente un plan de gobierno o una estrategia económica. Estamos hablando, de forma más amplia, de las orientaciones generales para normar las relaciones entre la sociedad y el Estado, hoy en día en un entredicho absoluto. Normativa esta que no debe admitir interpretaciones oblicuas o especulaciones demagógicas de doble carácter, como las que ha venido consagrando el chavismo desde el poder. Desde mi punto de vista, tal necesidad se traduce en objetivos concretos: honrar las esferas de propiedad que la Constitución establece; consagrar el carácter federal de nuestra dimensión político administrativa; crear reglas claras para consagrar un modelo productivo mixto y hacer realidad la autonomía de los poderes públicos; entre otros. La letra de la Constitución Nacional tiene un espíritu y unas disposiciones que es necesario interpretar y desarrollar con honradez. La dirigencia...

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