Duelo en tres actos

1 Hospital Militar: cercanía y estupor Una señora menuda se empina en la punta de los pies y aguanta la respiración, como deseando crecer unos milímetros para capturar con su Blackberry la foto del féretro. Se hace un espacio ínfimo entre el tumulto y enfoca el teléfono hacia el camino de asfalto cercado por guardias nacionales por el que desfilaría el cortejo. Es el 6 de marzo al mediodía, y está ante las puertas del Hospital Militar, esperando a Chávez.Son miles, pero todo está en silencio. Una expresión compartida de consternación, incredulidad y congoja acompaña a la masa homogénea que mira al cielo: algunos, quizá, buscando respuesta divina; otros, atentos al helicóptero de la policía que sobrevuela la zona y otros tomando un respiro por el calor de esa hora y el apretujamiento. ¡Quítense la gorra, que ahí viene!, grita de pronto una de las muchas mujeres que espera desde la madrugada la salida del presidente.Pasan unos minutos más hasta que una sensación premonitoria en el ambiente lo confirma: ya viene. Desde una tarima, un hombre pide silencio a los pocos que entonaban consignas pro Maduro, y el abrazo colectivo se compacta.Suena la música de antesala a la transmisión de la cadena televisiva, esa melodía que se hi zo familiar gracias a la emisión del programa Aló, Presidente.El repique del tambor arro pa la expectativa mientras se acerca a la multitud, y aúpa el rugido de algunas motos en señal de homenaje. Se suma al encuadre trágico el grito ahogado de una señora: ¡Nos abandonaste! ¡Abandonaste a tu pueblo! Su llanto de madre causa un efecto dominó en los que la rodean. Todos sollozan.Mientras, el carro fúnebre pa sa muy cerca, pero fugazmente.Sólo las personas altas pueden avistar su estela. Una brisa se libera con la arremetida humana que rompe el pasmo para correr con ímpetu detrás del vehículo, a ver si lo alcanzan.2 Academia Militar: peregrinaje y material POP Ella corre por la explanada, como si quisiera salvar su vida de un monstruo gigante que la acecha. El gesto de su cara es agobiante pero lo cambia mientras alarga la zancada. Su cuerpo delgado le ayuda a sacar ventaja y, tirando un par de manotones, llega. Finalmente, coge el objeto de su lucha: unos envases de jugo de medio litro que han estado lanzando los guardias nacionales sobre una camioneta a lo largo del Paseo Los Próceres.Un par de mochileros extran jeros que vinieron a hacer turismo solidario mira la imagen con extrañeza. Pero no se detienen. Beben un sorbo...

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