El egoísmo supremo del montañista

Si se lanza un alfiler al comienzo de 127 horas, no toca el suelo. Las primeras imágenes de la décima película del inglés Danny Boyle corresponden a aglomeraciones humanas en maratones, estadios deportivos, estaciones de Metro e incluso el encierro de toros en los Sanfermines de Pamplona. Aron Ralston va en el sentido opuesto de la autopista con respecto a las masas: el ciclista de montaña y escalador sin cuerdas se aleja de la ciudad para explorar alguno de los pocos lugares que quedan sobre la Tierra donde no hay nadie. Su ensimismamiento, que él define como "egoísmo supremo" en algún momento de su monólogo entre las rocas, lo libera y lo oprime.

127 horas (no tema: en realidad dura apenas 90 minutos) pudiera ser vista como una película de suspenso sobre un deportista que queda atrapado en la soledad de una cueva en los cañones estadounidenses de Utah, y también como una típica fábula de superación de la adversidad. La dirección de Boyle, un cineasta con un olfato natural para capturar la sensibilidad contemporánea, la conduce hacia otro aspecto: el diálogo entre el placer hedonista del aislamiento y la reafirmación de la individualidad, por un lado, y las necesidades del ser humano como animal social.

El entrenamiento físico es una actividad clave para el fortalecimiento de la autoestima. En ocasiones, el deportista sacrifica la compañía a cambio de su mayor satisfacción posible: rebajar el cronómetro en la ruta trazada entre dos puntos (en el caso de Cristiano Ronaldo, romper el récord de goles). El compañero se convierte en lastre. Aron Ralston, soltero de 28 años de edad y el personaje que postuló al Oscar al graciosamente indolente James Franco, no es un...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR