El elefante y la gripe

Escribo estas líneas con una severa congestión nasal. Las esdrújulas me saben a Teragrip. Los adjetivos nadan en limón y miel. Dos gotas en la nariz no resuelven el lunes ni la salud de nadie. Y para colmo allí sigue el país, echa do sobre tu ánimo como un paquidermo menesteroso. El país mueve la trompa y derrumba tu primer intento por desperezarte.Esto no es lo que quieres escribir. Se supone que debes reafirmarte en cierta idea: somos mejores de lo que parecemos. Afuera el elefante parpadea en cámara lenta. Casi sonríe. Quizás le parece un rapto de ingenuidad lo que acabas de teclear. Mueve una de sus patas fatigosamente. No para avanzar, sino para solazarse en su modorra. El país sigue echado. Titubeante. Sin rumbo. Quizás hoy Venezuela no sea otra cosa que una gripe mal curada.*** El dueño del circo tiene pocos días en el poder. Su cargo es una pesada herencia. De un día para otro debe tomar decisiones sobre fallas eléctricas, inflación sobrehumana, escasez alimentaria. Están matando gente como si fueran perros, lee en un periódico. Arruga el titular como si así neutralizara la noticia. El heredero se topa con un espejo. En sólo un mes ha envejecido.Las bolsas bajo los ojos son más sombrías. No está durmiendo bien. A él que tanto le gusta dormir. Ante el espejo, ensaya una estridencia, dos insultos, alguna fanfarronería. No le salen muy bien. Al fondo ve las volutas del miedo. Y torpeza. El vaho de la torpeza. El circo es demasiado grande para sus posibilidades.¿Cómo mover a ese elefante enfermo? ¿Hay en las afueras de la estación Capitolio del Metro algún buhonero que venda un manual de instrucciones para gobernar un país? *** El sábado anterior estuve en una fiesta de despedida. Una actriz de brillante trayectoria se va del país. Se le agotaron las oportunidades y la paciencia. Me pregunto en cuántas otras casas se habrá celebrado el fin de semana pasado uno de esos rituales del adiós. El exilio siempre es un sustantivo doloroso. El motivo de la reunión se diluye con risa y cotilleo. Es como si la anfitriona quisiera colocarlo al fondo, cerca de la batea donde suele morar el hielo. Por cierto, hay que buscar hielo. Toda fiesta, si no se toman las previsiones, tiene ese momento de urgencia. Una mujer de traslúcida belleza y el hijo de la anfitriona salen a buscar el hielo. Preciso el dato, esa mujer es una Miss Venezuela de reciente data. Siguen llegando invitados. Abrazos, saludos y qué bueno que te vas, pero también, qué malo que te...

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