Escalada y crisis política

El pasado miércoles, Henrique Capriles se dirigió al país para anunciar que le daba un ultimá tum al CNE: si al día siguiente no se iniciaba la prometida auditoría en términos que no dejaran dudas sobre el resultado de las elecciones del 14 de abril, él anunciaría medidas para enfrentar al llamado árbitro electoral.De este modo, por primera vez en muchos años, la oposición le plantaba cara al gobierno. Por primera vez también, visiblemente preocupado por la firmeza de Capriles, el gobierno reaccionó recurriendo a la poderosa herramienta de las cadenas de radio y televisión para sacar repentinamente del aire a su contrincante.¿Nos hallábamos ante una nueva y recrudecida escalada del viejo conflicto entre el gobierno chavista y la oposición? El domingo anterior, en entre vista con José Vicente Rangel, Diosdado Cabello admitió que era preciso investigar por qué 800.000 venezolanos explotados por la burguesía decidieron el 14 de abril votar por el candidato de sus explotadores, pero negó rotundamente que en Venezuela existiera una crisis política.Afirmación, por supuesto, falsa.Precisamente esos centenares de miles de votos que de un día para otro abandonaron las desteñidas filas del ahora chavismo sin Chávez y se pasaron a la opción opositora son expresión cabal de que tal crisis existe, sólo que de pronto se hizo estruendosa y ha pasado a ser una auténtica amenaza, al menos así se percibe en el campo oficialista, para el nuevo gobierno rojo-rojito.Conviene recordar que las victo rias electorales de Chávez en diciembre de 2006 y en octubre del año pasado mostraron el carácter emocional de su liderazgo. A sus partidarios poco les importaba el resultado de su gestión presidencial. Sólo cuando Chávez quiso hacernos socialistas por decreto, en diciembre de 2007, buena parte de sus partidarios le dieron la espalda. A fuerza de su conexión casi mágica con más de medio país, Chávez lograba que a la hora de votar su gente pasara por alto las peores lacras de la revolución bolivariana. Como si sencillamente no existieran. Por eso, en septiembre del año pasado, se atrevió a sostener que a la mayoría del país le bastaba que él les ofreciera patria, o sea, la fuerza a todas luces arrolladora de su retórica, para votar por él. Con su muerte, el 5 de marzo, despareció esa magia intransferible. Fue suficiente que el chavismo percibiera esta realidad, acentuada por la grisura de Maduro, para que el monarca venidero quedara desnudo ante...

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