Estambul en cinco sentidos

F luctuantes son las notas del adhan , el llamado a la oración del almuecín, así como el avance de los delfines, que se asoman y se ocultan junto a las embarcaciones que cruzan el Bósforo. Y en cada sorbo el café es más denso. Estambul, la ciudad más importante de Turquía, ondea, serpentea por los cinco sentidos.El oído. Aún no son las 5:00 am, y se escucha el primero de los llamados a la oración de cada día. Desde los balcones en lo alto de los minaretes suenan las poderosas voces de los almuédanos, la segunda persona en importancia en cada mezquita, después del imán. Estambul es una red de alminares o minaretes: las torres de las mezquitas.Así se fue conformando desde 1453 cuando los otomanos tomaron Constantinopla, como se llamaba entonces, e instauraron su imperio. La llaman la ciudad de las mil mezquitas, pero hay más de 3.000.La más importante, la mez quita Azul, se levanta en la cumbre de uno de los barrios.Domina con sus 6 alminares, más de 21.000 azulejos, 14 cúpulas y semicúpulas que escalan como en una montaña de piedra y mármol, hasta llegar al domo mayor de 23 metros de diámetro y 43 metros de altura.El tacto. En las plantas de los pies se siente como quien camina sobre nubes. Son las alfombras de las mezquitas, donde se debe entrar descalzo. La misma suavidad se siente al mimar gatos en la calle. Están sobre tejados, cornisas, verjas, en la parada del autobús.Pero la palma de la mano también es clave para degustar las compras: la calidad de las sedas o de las alfombras, que están entre las mercaderías más buscadas en el Gran Bazar. Este complejo de locales bulle desde 500 años atrás, en tantos idiomas como Babel, pero en uno universal, el del dinero.Si Estambul tiene el signo de la fluctuación, en los 4.000 negocios de su Gran Bazar este es más que palpable. Los precios ahora están al doble y luego en la mitad, hasta que clientes y vendedores de joyas, productos de cuero, lámparas y tantas cosas, llegan a la conciliación.El gusto. Una pausa en el cami no por el barrio de Eminönü, que era el centro de la capital en el Imperio Bizantino. En una esquina, sentados al aire libre bajo algún árbol se espera que esté listo un café turco.Pero en las cocinas hay otros estandartes como las albóndigas, en centenares de variaciones, y si se trata de carnes como cordero o ternera, el kebab está por todos lados. Qué más turco que una sopa de lentejas con el tono entre naranja y rojizo que aporta el tomate. Y otras insignias como el picante o...

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