Trombos estéticos

Mientras la famosa duquesa Cayetana de Alba, de 85 años de edad y hablar balbu ciente, casi ininteligible, remangaba su vestido de colegiala diseñado por Victorio y Lucchino, se sacaba las zapatillas de Pilar Burgos y mostraba los dedos llenos de adhesivos para salir a bailar sevillanas a las puertas de su histórico Palacio de las Dueñas: ¡Ea, ea, mira cómo contonea buscando al novio pá que la vea!, el ennoblecido funcionario público Alfonso Diez Carabantes, 25 años menor que ella, debutaba como marido se acababan de dar el sí quiero en la capilla de la residencia después de 3 años de noviazgo, en una mano sostenía el costoso calzado que tantas ronchas produjo al estrenarlo y con la otra cuidaba las avejentadas caderas no fuera a ser que el mismo día de la boda la aristócrata con más títulos nobiliarios en el mundo y la más rica de España se despatarrara. Un periodista que contemplaba la escena hizo el comentario pertinente: ¡Ahora sé para qué sirve la nobleza... Sirve para hacer el ridículo!. Lo que no impide que la industria del ridículo, tradicionalmente a cargo de élites liberadas de toda preocupación financiera, se haya convertido en una de las pocas de España que no han sido sacudidas por la crisis, aunque Âpor supuesto a costa de la elegancia, la calidad, el buen gusto y, aunque parezca mentira, la nobleza de...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR