La Europa unificada segun Leibniz: irenismo y política.

AutorRensoli Laliga, Lourdes
CargoGottfried Leibniz

Resumen

Prudencia, ponderación, enseñanza. Tres términos propios de la ética y de la teoría acerca de la educación, que podrían parecer más susceptibles de ser analizados a la luz de las circunstancias del presente, y quizás, en este sentido, ajenos a la investigación de Leibniz, cuya huella en la historia del pensamiento europeo en múltiples dominios es de indudable valor, pero cuya pervivencia en nuestros tiempos, como en el caso de otras figuras, no siempre es unánimemente reconocida. A ellos se añade una noción fundamental en ética, política, derecho, teología: justicia.

Palabras clave: Ética. Política. Derecho. Teología. Educación. Prudencia. Justicia. Felicidad.

A UNIFIED EUROPE ACCORDING TO LEIBNIZ: IRENISM AND POLITICS

Abstract

Prudence, Weighing, Learning, are qualities, akin to ethics and to the theory of education, which can be approached in the light of today's world affaires and, in that sense, even divorced from the scientific investigations of Leibniz. There is no doubt of Leibniz's influence in several branches of the history of European philosophical and political thinking, but his contribution in those fields are not always universally recognized. Leibniz introduces in his philosophical system a concept which in our opinion deserves some scrutiny: the concept of justice, applied to ethics, politics, jurisdiction, and theology.

Key words: Prudente. Weighing. Education. Politics. Justice. Theology. Philosophy.

  1. Introducción

    Prudencia, ponderación, enseñanza. Tres términos propios de la ética y de la teoría acerca de la educación, que podrían parecer más susceptibles de ser analizados a la luz de las circunstancias del presente, y quizás, en este sentido, ajenos a la investigación de un sabio (muerto en 1716), cuya huella en la historia del pensamiento europeo, en múltiples dominios, es de indudable valor, pero cuya pervivencia en nuestros tiempos, como en el caso de otras figuras, no siempre es unánimemente reconocida. A ello se añade una noción fundamental de ética, política, derecho, teología: justicia. El problema se complica por cuanto Leibniz no escribió ninguna obra sistematizadora de su ética, su doctrina política, y el nexo entre ambas. Hay sin embargo significativas analogías entre ambas épocas que advierten, por si mismas, que no resulta tan simple la cuestión, y que Leibniz puede ofrecer lecciones a los casi tres siglos de su muerte. Vistas de modo sucinto, podrían destacarse algunas (1):

    --Las guerras que, pocas décadas antes, habían asolado a Europa. En el caso de Leibniz, las guerras de religión entre católicos y protestantes, además de las expediciones turcas contra Europa. En el recién concluido siglo XX, dos guerras mundiales, los conflictos entre el ámbito democrático y las dictaduras del Este europeo, y en los pocos años transcurridos del XXI, los conflictos con el islamismo, entendiendo por tal los sectores radicales del Islam.

    --Los mencionados conflictos con el Islam son dignos de una atención específica: la expansión del Imperio Otomano en el siglo XVII, tras una larga serie de intentos por apoderarse de Europa durante la Edad Media, y el terrorismo que en distintas partes del mundo practica hoy el islamismo (2). Entonces Europa se mantuvo unida frente a las ofensivas turcas. Hoy existen profundas divisiones frente al fenómeno, muchas generadas por la animadversión hacia los EE.UU., factor, por supuesto, completamente nuevo (3).

    --La división entre las iglesias cristianas, entonces causa de las guerras entre países europeos y la expansión del libertinaje o librepensamiento. Hoy siguen existiendo disensiones entre las iglesias, sobre todo entre la católica y las protestantes, aunque estas últimas han avanzado más en establecer cierta unidad entre ellas. A ello se suma una creciente laicización de la población europea y occidental en general, y la tendencia al relativismo y el escepticismo (4).

    --La puesta en marcha del proceso de la Unión Europea, concebido en su forma primera por Lipsius, Comenius, el Abbé de Saint Pierre y Leibniz, entre otros, y la necesidad de educar a los ciudadanos para ese cometido.

    --Las lecciones de una revolución reciente --la inglesa-- en el siglo XVII, en la que dominó el terror durante un tiempo y la posibilidad de otra a mayor escala, avizorada por Leibniz, que se produciría en el siglo XVIII. En el siglo XX, la revolución rusa se engarza --a través de dos guerras mundiales--con el surgimiento del bloque comunista de los países del Este de Europa. Es significativo que sólo tras su desmoronamiento se pusiera en marcha el proceso de la Unión Europea, con los profundos cambios que todo esto trajo para Occidente.

    --La exploración de nuevas zonas geográficas en el siglo XVII, que trajo como consecuencia la necesidad de una valoración más profunda de éstas (5), y el peso actual de las migraciones a Europa --y a los EE.UU., entonces colonia de Inglaterra-- de ciudadanos de otros países y culturas, lo que plantea no sólo el problema de la comprensión y el diálogo, sino de la opción entre sociedades multiculturales o multiétnicas. También debe destacarse la importancia de estos países en la política internacional. En tiempos de Leibniz, se trataba de ganar dichos territorios para Europa, mediante la evangelización o las alianzas que fuese posible concertar, según el caso (6).

    Podrían destacarse muchas más, como también inmensas diferencias, pero la reflexión sobre estos temas posee una innegable similitud, tal vez hasta continuidad, que legitima el retomo sobre el pensamiento de Leibniz --quien trató todas las cuestiones mencionadas y muchas más con extraordinaria lucidez--, con vistas a extraer conclusiones aprovechables en las circunstancias del presente.

  2. La prudencia y la ponderación según Leibniz

    Entre 1669 y 1672, Leibniz expone sus definiciones de estos conceptos, que en líneas generales, y como ocurre en la mayoría de los casos, mantendrá durante toda su vida, siempre enriqueciendo su contenido a partir del diálogo con otras figuras y la revalorización de su propio pensamiento. De este modo, la prudencia es la juiciosidad en torno a lo que es bueno o malo (7). La juiciosidad es a su vez la virtud de juzgar o penetrar en el interior, y de descomponer en partes un problema planteado (8). Pero también define la prudencia como el arte de vivir, o el arte de procurarse la felicidad, mientras que el arre > (9). La destreza es, a su vez, la prontitud y la rapidez de obrar cuando así se desea (10). De ahí extrae una conclusión que mantendrá intacta hasta su vejez: la sabiduría es la ciencia de la felicidad (11). De modo que el arte no sólo exige la ciencia, es decir, el conocimiento verdadero (12), sino también los medios para ponerla en práctica y la capacidad para emplearlos sin dilación. Todo ello dirigido a encauzar la libertad humana de modo que se haga efectivamente posible que cada ser humano aspire a lograr su propia felicidad y a participar de algún modo en la consecución de la de toda la humanidad.

    Para establecer adecuadamente la relación entre estas nociones, hay que comenzar por preguntarse si la juiciosidad equivale a la ponderación. En efecto, resulta innegable la existencia de una relación entre ambas, pero para que exista ponderación no basta con la operación analítica. Es necesario además sopesar elementos diferentes, a veces contrapuestos, para determinar el grado de verdad existente en cada uno, operación descrita por Leibniz en lo que denomina la balanza (13). Es en ese escrito donde Leibniz expresa su concepción acerca de la ponderación. De modo que, para penetrar en el interior de las cosas, acto propio de la juiciosidad, deben conjugarse análisis y ponderación. Igualmente, Leibniz propondrá soluciones, casi todas provisionales, para los casos indecisos, en los que se hace muy difícil, a veces imposible, según los elementos disponibles, encontrar la que podría considerarse verdadera, y por lo mismo, la más justa.

    Estas definiciones y los procedimientos que ellas implican fueron elaborados específicamente para los campos de la moral, el derecho y la política, por lo que se hace evidente su importancia decisiva para definir los objetivos de Leibniz en los ámbitos del diálogo ecuménico entre las iglesias, del irenismo, con respecto a las distintas religiones, y de la política de los Estados que deberían integrar la Europa unificada, en este último caso a tres niveles: en el interior de cada uno, de cada uno en relación con los restantes, y de todos ellos para con los pueblos no europeos. Todos ellos implican a su vez la educación de los ciudadanos desde nuevas perspectivas, y el envío de misiones a los territorios no europeos no sólo encargadas de evangelizar, sino de instruir a sus habitantes en la forma superior de la moral, asentada en el cristianismo, y en los progresos del conocimiento, según el nivel de cada cual.

    Había entonces muchos elementos a ponderar en todos estos ámbitos: países y culturas, corrientes religiosas cristianas cuyas ideas van desde el fundamentalismo hasta los albores de la teología liberal, ciencias muy poco desarrolladas con respecto a otras, ideas expansionistas dentro de la propia Europa, cubiertas con un ropaje religioso, de las que también se ocupó Leibniz, a veces con la paciencia ya perdida (14). Resultaba imposible predecir cuándo se dispondría de un acervo de conocimientos suficiente para tomar decisiones óptimamente fundamentadas, cuya justicia no dejase lugar a dudas razonables. Pero, como siempre sucede, no se podía esperar a tenerlo para comenzar a actuar en favor de la unidad y de la paz, en Europa y en el mundo. Las graves exigencias de todos estos procesos y la falta de medios para hacer más obligarían en muchos casos a Leibniz a contentarse con ir tan lejos como fuera posible. Toda vez que los príncipes habrían de desempeñar un papel central en la consecución de estos fines, su realización se veía lejana (15). Si peligrosas para Europa eran las pretensiones de...

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