El "Filosofo-poetico" en la obra de Maria Zambrano.

AutorRastrojo, Jos
CargoReport

THE "POET-PHILOSOPHER" IN THE WORK OF MARIA ZAMBRANO

Introducción

1.1. Otros modos de ser filósofo. María Zambrano.

Las escuelas helenas vincularon la filosofía a un modo de ser y de vivir antes que a un armazón de premisas y conclusiones lógicamente enlazadas. Séneca, Marco Aurelio, Epicteto, Epicuro o Diógenes Laercio descubrieron en la reflexión un cúmulo de sabidurías cuya aplicada a la cura y mejora del alma y cuyo acopio era el quehacer de su labor (1). El filo-sofo, amante de la sabiduría, trascendía la actividad de capturar información al apercibirse de que su palabra había de ser algo más que un instrumento de sofística manipuladora (2).

La filosofía se presentaba como un camino personal en el que su acreedor se distinguía por su modo de actuar y ser antes que por el compendio de saberes históricos que atesoraba. Su propósito no era construir grandes monumentos a la inteligencia o memorizar la historia del pensamiento sino ser digno representante de un conocimiento vital que provocase la ascensión ontológica o mejora personal del sujeto en general. El saber servía como medio útil para un afrontamiento más sosegado del infortunio, para una ampliación de la cosmovisión y, finalmente, para conquistar respuestas más auténticas y cercanas a la "verdad" íntima en que todos nos reconocemos. Los textos de la época griega y romana son innumerables; citaremos uno como muestra:

> (3)

La modernidad sustituye este modelo de pensador afiliado a una vida en progresión por los licenciados y doctores en filosofía distinguidos con titulaciones (acreditadas por superar exámenes que evalúan conocimientos teóricos y rara vez habilidades o actitudes prácticas).

Las reflexiones de autores como Michel Foucault (4), Pierre Hadot (5), Michel Onfray (6) y explican el paso del exilio filosófico de la vida según varias fases:

(1) vinculación entre la religión y la filosofía desde el siglo I d.C. con la aparición de la teología o la patrística;

(2) sumisión de la filosofía a la teología, asumiendo la segunda prácticas del trabajo anímico cercanas a las de la primera a través de retiros espirituales, la meditación en torno a las debilidades racionales o la aceptación de la vida como mejora espiritual;

(3) emancipación de la filosofía de las redes teológicas

(3a) perdiéndose las actividades de optimización espiritual quedaron en sus manos como si en ellas hubiesen nacido y

(3b) configurando un modelo racionalista e idealista del filósofo.

En el último periodo, se confirma la separación entre filosofía y vida, o mejor, entre pensamiento y espíritu. Si bien no apoyamos que la modernidad rompe definitivamente la conexión pensamiento-vida (7), aseveramos que tendencia racionalista no puede dudarse de la desvinculación del pensamiento de la mejora espiritual dentro de los estudios oficiales de la disciplina: ¿acaso alguna universidad laica del mundo suspende por ver que sus alumnos no ampliaron los límites de su frustración? No obstante, no dudan en suspender a quien no conozca la teoría de la ataraxia estoica.

María Zambrano (1904-1991) combate la imagen racionalista e idealista del filósofo. Su configuración de este personaje se acerca a la de alguien que asciende espiritual propia de órficos y pitagóricos, presta a un saber vivo de la escuela de Alejandría y abierta a la apuesta ética del senequismo con su amor fatti por lo dado y a la actitud fruitiva y aguda mirada de poetas y narradores del siglo XX como Miguel de Unamuno (8), Lezama Lima (9) o Luis Cernuda (10). Esta óptica, que obligaría fidelidad en torno a su máxima "pensar es descifrar lo que se siente" (11), será un tema que le acompañará toda su vida.

1.2. Localización del texto investigado

En 1975, año del que rescatamos nuestro texto (12), hacía un año que nuestra pensadora había regresado a La Pièce, después de un significativo viaje por Grecia con el matrimonio Osborne, después de la muerte de su hermana en 197313. Allí vive el lugar de su retiro personal más profundo y prolífico, pues la densidad metafórica y esencial de sus obras experimenta una notable evolución. Zambrano entrará en contacto con su yo más profundo, lo cual es favorecido por el modo de vida narrado por Jesús Moreno Sanz.

> (14)

La Pièce se ubicaba en una zona apartada que, como la Selva Negra para Heidegger, el castillo para Montaigne, la Torre de Juan Abad para Quevedo, San Cassiano Val di Pesa para Maquiavelo o la villa de retiro de Séneca, sirvió para que nuestra pensadora viera nacer sus escritos más profundos. En aquella ubicación, ve la luz Claros del Bosque y una década posterior, muy lejos, pero con el mismo calado, Notas de un método o De la Aurora. Estas tres obras, junto con El hombre y lo divino, componen, a nuestro entender, la destilación más transparente de su razón poética, pues diluyen los argumentos ofreciendo un conjunto de textos marcados por la metáfora, la musicalidad y la resonancia en el fondo anímico. Así, vislumbran resquicios de la palabra que surgen a pesar de ella. Concretamente, en lugar de las definiciones de las posibilidades de la razón poética, explican las dimensiones ontológico-místicas de la aurora; en vez de mostrar la importancia de las interpretaciones no lógicas de la palabra nos legan su musicalidad en Notas de un método, o nos regala una palabra balbuciente en Claros del Bosque.

Por tanto, aunque un mes antes de fechar este texto se reencuentra con el bullicio de la sociedad al impartir una conferencia en la Universidad de Ginebra sobre su labor en Hora de España, el tiempo de esta época coincide con el momento en que ha franqueado el proscenio nodal de su existencia. Pasa de formular la razón poética a serla.

Imbuido de esta atmósfera, surge el escrito que aquí nos ocupa. Pertenece a un envío que hace a Agustín Andreu, teólogo amigo de nuestra pensadora desde su paso por Roma, y data del 10 de julio de 1975. Andreu sitúa del siguiente modo el texto:

> (15)

La introducción al pasaje apunta que se trata de unos "papeles olvidados" del pasado en que impartía clases de "Introducción a la filosofía". Está compuesto de catorce descripciones de la actividad del auténtico filósofo divididas en dos bloques: las primeras cuatro antecedidas por numeración arábiga y las diez restantes por numeración romana. El siguiente apartado descifra su tramado metafórico después de un estudio profundo que nos ha obligado a navegar por toda su obra y por la de algunos de sus conocidos.

  1. El filósofo-poético

    2.1. El filósofo, el poeta y el filósofo-poético

    Las categorías "filosofía" y "poesía" se alzan como dos instancias epistémicas y ontológicas del pensamiento de Zambrano. Sería largo exponer sus diferencias (16), pero es imprescindible delimitarlas y para ver cómo, luego, evolucionan hasta terminar en una fusión cuya esencia es la del filósofo-poético.

    La filosofía es un saber que crea la realidad, en lugar de escucharla, para protegerse de sus vaivenes e indefinición. El filósofo, en medio de la labilidad de la existencia, traza una estructura teórica que pretende limitarla para protegerse de su indefinición. Filósofo "es el hombre que saliendo de su extrañeza admirativa, de la angustia o del naufragio, encuentra por sí el ser y su ser. En suma, se salva a sí mismo con su decisión" (17). Filósofo es aquel que da nombre a una afección espiritual, como por ejemplo la tristeza, para controlarla y, eventualmente, generar técnicas para controlarla y huir de sus devastadores efectos. Ésta es la coyuntura del científico que intenta predecir los fenómenos meteorológicos o los terremotos para evitar sus consecuencias dolorosas o mortales, o la del psicólogo que define cuadros sintomáticos que sirven para el diagnóstico de fenómenos patológicos y para proponer la cura.

    Por su parte, el poeta asume la evanescencia vital y no construye sobre ella una teoría, que puede no coincidir con ella. El poeta se somete a la precariedad de su condición de modo humilde, oponiéndose al absolutismo del filósofo lógico-argumentador, y se sabe aprendiz en un mundo complejo.

    > (18).

    El poeta es un discípulo permanente, excava una y otra vez su ser, anhelando autenticidad a pesar de sus consecuencias. Su recompensa es la coincidencia entre el ser, el sentir, el pensar y el hacer. De esta forma, evita la mentira puesto que su pensamiento no construye siguiendo sus propios deseos sino que acepta la realidad cual es.

    Ni que decir tiene que la postura del filósofo acostumbra a ser más atractiva para muchos sujetos, puesto que evita vivir al raso, como hace el poeta. El poeta en su camino de aceptación humillada (19) habrá de padecer contratiempos. Ahora bien, esos infortunios forman parte de su camino de saber, del saber de la experiencia. Si los años acompañan al filósofo, éste acaba siendo consciente de su mentira, mientras que el poeta puede alcanzar un saber que lo transforme en un filósofo-poético con una visión aguda y una existencia más preparada para la frustración.

    2.2. El pasmo inicial

  2. [El filósofo-poético es aquel] que si, sin solemnidad alguna, se le pregunta qué quiere del estudiar filosofía, no atine a contestar, que balbucee o que se calle y, mejor aún, que enrojezca, que mire hacia la puerta, o que simplemente se quede pasmado (20)

    La voluntad del filósofo-poético no está determinada impositivamente por fines pragmatistas, puesto que no anhela nada de la realidad, sencillamente, confía en lo que ésta le ofrece. La realidad no es un ser a la mano, como diría Heidegger sino una multiplicidad de sentidos que nacen desde ella misma.

    Particularizando su mirada en un caso aludiríamos a la embarazada que confía apenas en que nazca sano. No le importa su inteligencia, sus posibilidades de llegar a ser presidente del gobierno, alcanzar la curia romana o la dirección de Microsoft. Sean cuales sean sus consecuciones el amor por su hijo es incondicional. Éste es el tipo de amor del filósofo-poético por su objeto de desvelos al igual que el poeta no atinaría a contestar cual es la finalidad...

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