La formula de Madison.

AutorOrtiz Palanques, Marco
CargoReport

THE FORMULA OF MADISON

  1. Introducción: El problema de Hamilton y Madison (1)

    La aprobación de la constitución federal de los Estados Unidos planteó el problema de justificar la creación de un poder nacional frente a la posibilidad de que la confederación se disolviera, ya sea en los estados originales o en tres o cuatro estados. El temor de no pocos era que la conformación de una unión con cierto nivel de centralización pudiera ser considerada como una versión modificada del poder del cual se habían independizado y de los agravios consecuentemente padecidos.

    Uno de los elementos de este esfuerzo justificador era hacer ver que la unión federal eliminaría los peligros externos e internos a los cuales los pequeños estados pudieran potencialmente verse amenazados, sin que en ese proceso perdieran las ventajas adquiridas por la independencia; siendo el alejamiento de la tiranía una de ellas. Esta empresa, entre otras, fue acometida por Alexander Hamilton, James Madison y John Jay mediante los Federalist Papers. Aunque políticamente guiada, su aproximación estaba revestida de un carácter científico (Howe, 1987: 506, Arendt, 1988: 151). Para sus autores, el arreglo institucional era visto como un instrumento destinado a alcanzar un fin, entendiendo que había un modelo de hombre con un carácter más o menos permanente, cuya conducta podía ser tanto deducida como avizorada mediante los ejemplos históricos.

    Frecuentemente se ha señalado que parece haber sido reservado a la gente de este país, por su conducta y ejemplo, decidir la importante pregunta si las sociedades de hombres son realmente capaces o no de establecer un buen gobierno a partir de la reflexión y la selección, o si ellos están por siempre destinados a depender, en cuanto a sus constituciones políticas, del acaso y la fuerza. (Hamilton 1: 1) (2)

    Tomando en consideración estas bases el problema del tamaño de la unión se presenta desde el inicio como uno de los aspectos a resolver. La historia les mostraba que los regímenes no monárquicos y donde las elecciones son la norma en la toma de decisiones habían sido pequeños en cuanto a extensión territorial y desastrosos en conseguir consolidar la libertad. Mientras que la unión apoyada por nuestros autores iba a tener un tamaño mayor al de cualquiera de los Estados de la Europa Occidental de la época, cuyos modelos políticos no eran satisfactorios en términos generales, reuniendo al mismo tiempo entidades soberanas previamente existentes. Al esfuerzo de demostrar la posibilidad de una unión extensa y no tiránica se dedican los primeros artículos de The Federalist Papers. Nuestro ensayo se centrará únicamente en este problema tal como está planteado en el artículo 10 de The Federalist, nuestras inevitables alusiones a temas colaterales imposible no han de considerarse como exhaustivamente tratadas y se ruega remitirse a la bibliografía citada para la completa comprensión de sus alcances.

  2. El método argumentativo

    Los federalistas usan un método claramente argumentativo. En términos generales, expresan una tesis, continúan con sus argumentos, exponen las objeciones (de haberlas), las refutan y cierran con la conclusión donde se reitera el valor de la tesis inicial. El contenido de las razones principales para apoyar sus tesis pueden ser divididos en dos grupos generales: o se basan en la deducción de conductas a partir de su propia percepción de lo que llaman "naturaleza humana" o recurren a ejemplos extraídos generalmente de la historia Europea, con lo cual buscan "beneficiarse de su experiencia sin pagar el precio que les costó" (Jay 5: 3). El argumento de autoridad no queda de lado, aunque es usado en menor cantidad. Por ejemplo, los autores de la constitución federal son en gran parte los mismos miembros del Congreso de 1774 y, según Jay, hay que hacerles caso pues han perfeccionado sus conocimientos (Jay 2: 11-14).

    La naturaleza humana hace el centro de los argumentos deductivos. Conciben al hombre como un ser egoísta, destinado a seguir sus propios intereses y pasiones, sin posibilidad de cambio. Esta posición primigenia permea todos los actos humanos y las instituciones y los gobiernos no quedan exentos de estos rasgos. Asegurar el ejercicio de la libertad no consiste en la transformación humana en algo nuevo, sino más bien en el uso inteligente de estas fuerzas para que, contrapuestas las unas a las otras, logren un sistema político estable y garante de la libertad para el mayor número de personas. (3) Así, John Jay en el artículo 4, aunque tratando del tema de la amenaza exterior y colocando su afirmación junto a la descripción de la conducta de los monarcas absolutos, no duda en decir que hay una naturaleza humana y que un principio de ésta es hacer la guerra cada vez que hay una ganancia de por medio: "Es demasiado cierto, aun cuando esto pueda ser desgraciado para la naturaleza humana, que las naciones en general harán la guerra en cada ocasión que tengan el prospecto de obtener algo con ella" (Jay 4: 3).

    Esta posición, sin embargo, contrasta con el mismo modo en que los autores enfrentan las cuestiones particulares en sus escritos. Al lado de este mundo de los intereses individuales no se niega la existencia de otra faceta más amplia. Hamilton cree que hay un bien público como objetivo a alcanzar y que posiblemente sea equivalente a lo que él llama los "verdaderos intereses" (true interest). Algunos hombres, a su vez, pueden ser o incapaces de entender de forma inmediata estos true interest, reemplazándolos más bien por sus intereses inmediatos o, habiéndolos comprendido, los reniegan en función de lograr un mayor poder político (ambición) o económico (avaricia). Existe, entonces, una opinión correcta y quienes no la comparten están, de alguna manera, en el error. La distancia entre lo individual y lo colectivo es la que hay entre la opinión y el conocimiento, el error y el acierto. Sin embargo, no deja de distinguir entre el argumento y la intención última, a la cual da valor. Tanto los argumentos correctos como los que no lo son pueden tener sostenedores con bondad o con falta de ella. (4) La variedad posible de seres humanos supera, entonces, el simple planteamiento de "naturaleza humana" y tiende a una división de la sociedad entre el hombre natural y el conocedor. Garantizar que sólo los conocedores no demagogos puedan gobernar sería lo mejor; pero como en libertad ello sólo es posible atendiendo la opinión del público, se necesitan mecanismos para garantizar que esto suceda así. Compeler a la naturaleza humana, inconsciente de los verdaderos intereses, a llegar a un estado en que estos se vuelvan ineludibles es uno de los objetivos. (5)

    El concepto de naturaleza humana es útil, pues ofrece unos axiomas desde los cuales desplegar conductas no tanto probables cuanto deducibles. Esto hace la demostración por los hechos especiosa desde un inicio. No es tanto que la observación me haga concluir la existencia de esa naturaleza humana; más bien, luego de deducida la conducta humana por su naturaleza, busco en la experiencia aquellos ejemplos que mejor ilustren mi descubrimiento intelectual.

  3. La línea argumentativa sobre el tamaño de la República

    Luego de las consideraciones generales de los artículos 1 y 2, los autores entran de lleno en el uso de su metodología argumentativa, siendo su primer punto el relativo al tamaño de la unión, materia que seguirá hasta el artículo 10. En esta sección haremos una revisión rápida de las tesis y argumentos de cada artículo del 3 al 8.

    La tesis de Jay en el Federalista 3 es que el principal objetivo de la gente es la seguridad (safety) y que la mejor garantía para alcanzarla en el caso presente es la unión. Para ver claramente el asunto, divide las amenazas a la seguridad en exterior e interior. Dentro de la amenaza exterior, este artículo estudia la posibilidad de guerra justa emprendida por otros estados contra la unión norteamericana por las dos causas probables: ruptura de tratados o violencia directa.

    La probabilidad de guerra justa por ruptura de tratados será menor si hay una unión, por cuatro razones fundamentales: en una Unión gobiernan los mejores en el nivel nacional; hay una sola interpretación de los tratados; la unión de varios estados hace que la mayoría pueda influir sobre los intereses de "uno o dos estados", y aun cuando se persevere en la actitud, la Unión tiene el poder mayor para hacer volver al estado renuente (o una parte de él) al cauce de lo necesario.

    La amenaza de guerra justa iniciada por violencia (from direct and unlawful violence), como las guerras indias y probables conflictos con España y la Gran Bretaña, puede disminuir si hay unión, pues ésta apacigua las pasiones e intereses de los estados. En primer lugar se ha visto que en ese momento, aun cuando el gobierno central es débil, se han evitado nuevas guerras indias; mientras los estados solos no han sido capaces de controlar todos los conflictos con esas naciones. En los casos específicos de los limítrofes España y Gran Bretaña, los estados en expansión hacia territorios disputados harían bien en buscar la unión, que enfría los ánimos bélicos al enfrentar un estado poderoso con otro. Y es que la unión no posee las pasiones de los estados ni de los hombres. El argumento no está completamente desarrollado en cuanto a su justificación, pero podemos suponer que un estado particular sentiría la tentación de actuar continuadamente, mientras que unido a otros, quizá por representar muchos intereses, buscaría evitar conflictos que no afectan directamente a todos los estados:

    Pero no solo un menor número de causas de guerra serán dadas por el gobierno nacional, sino que también tendrá más poder para arreglarlas y resolverlas amigablemente. Ellos poseerán un mayor temperamento y frialdad y en este aspecto, así como en otros, tendrán mayor capacidad de actuar con consejo que el estado ofendido. El orgullo de los estados, así como el de los hombres, los dispone por naturaleza...

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