Grado de maldad

Todos tenemos un grado de maldad. En un rincón de nuestra alma, se encuentra la maldad acechando, esperando el momento oportuno para salir.Los nazis lograron infiltrar, en los campos de concentración, a cooperantes que fungían de capataces o policías a su servicio, quienes a traición actuaban contra sus compañeros de sufrimiento. Esta práctica aberrante convirtió a sus hermanos en esbirros. La cosa era perfecta para los alemanes, ya que estos cooperantes, que también estaban presos, conocían a los prisioneros: sabían cómo pensaban, qué les dolía y dominaban sus idiomas. Eran capaces de torturar e incluso de matar a un amigo, a un vecino o a un familiar.¿Alguien sabe cuántas perso nas apuñalearon a su compañero en el Titanic para quitarle el salvavidas? Las perversiones duermen en el inconsciente y se disparan cuando están en juego la ambición desmedida y el instinto de supervivencia.Sin embargo, un conjunto de normas, valores y creencias, nos ayudan a controlar nuestro grado de maldad y no solo a no ser malos, sino a evitar que la maldad se imponga: el código moral.El código moral se acumula a lo largo de nuestra vida. Nace en el cariño con el que nos trata ron cuando éramos pequeños.En el amor recibido de recién nacidos y que creemos no recodar. En el ejemplo de las cosas buenas que vimos, que vivimos en familia y que ahora, de adultos, repetimos y hasta...

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