El hábito de unos libros

Los apocalípticos digitales en sus profecías para hipsters y tech nogigs predijeron el ocaso del libro físico y el advenimiento del ebook. Sus seguidores defendían la revelación bajo el argumento de que al viajar era más cómodo doble cliquear el Ipad que cargar con los textos. Ese predicamento lucía adecuado para los nó madas mundiales quienes de paso parecían sólo leer en los aeropuertos. Otro dogma se centraba en la capacidad de un dispositivo para atesorar una biblioteca entera. Todo es cierto. No se trata de enfrentar lo virtual con lo real porque lo importante es el contenido.Algunos, sin embargo, guardamos mayor afecto por los libros físicos.En estos días lo aviste y re conocí de inmediato. La foto del cineasta con su gorra en la edición de Plaza & Janés. Me apresuré en tomarlo de inmediato a pesar de que la librería me tenía como único cliente. Y lo compré ya que hacía tiempo que lo presté y como corresponde, nunca me lo devolvieron ni recuerdo el nombre del beneficiario. Obviamente un amigo, nadie distribuye sus libros entre desconocidos.Era Mi último suspiro, las deliciosas memorias de Luis Buñuel. En mi personalidad como reborn bibliófilo, ya no presto libros y estoy readquiriendo los que tuve y nunca me regresaron.La pérdida de un libro puede ser una catástrofe y queremos verlos anakareninamente como una familia feliz o infeliz que se parece. Tenerlos agrupados, sabiendo el lugar de cada uno, es un acto de seguridad y felicidad para su dueño. En mi caso, los...

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