La historia mordiéndose la cola

En Honduras se creará una ciudad modelo bajo un estatuto especial, tanto legal como económico, lo que ha levantado una intensa polémica cuyo eje principal es el asunto de la soberanía nacional. La noticia me ha llamado, por supuesto, la atención. Y mi primera pregunta ha sido: ¿de dónde viene todo esto? La clave me la dio la presencia del economista Paul Romer, profesor de la Universidad de Nueva York, sentado al lado del presidente del Congreso Nacional, Juan Orlando Hernández, al hacerse el anuncio oficial en Tegucigalpa. Romer no es un mero ase sor del proyecto. Es el ideólogo global de las charter cities, término que en español puede tener diversas interpretaciones: ciudades bajo fuero especial o ciudades alquiladas. Y, por lo que se ve, ahora que Honduras le ha abierto las puertas al plan, pues la Constitución Política fue reformada en 2011 para hacerlo posible, será en Centroamérica donde Romer podrá probarlo por primera vez. La clave está en sustraer porciones de territorios nacionales deshabitados para crear estas ciudades donde sus habitantes vivirán prósperos y felices. La clave del enclave. En uno de los videos en que promueve su cruzada, Romer comienza utilizando la imagen de un grupo de muchachos africanos que se ven obligados a estudiar sus tareas en plena calle, bajo las luminarias del alumbrado público, porque en su casa no tienen luz eléctrica. Y elige como ejemplo a uno de ellos, Nelson. Seguramente, aun siendo tan pobre, tiene un teléfono celular, dice, pero eso no es suficiente. ¿Qué pasaría si Nelson vi viera en una ciudad donde la energía eléctrica fuera barata, y pudiera estudiar en una buena universidad? ¿Una ciudad donde todo el mundo gozara de empleos bien remunerados y no tuviera que preocuparse de la violencia callejera, ni del crimen ni de la ineficiencia del Estado, regido por leyes obsoletas? Y todo eso sin tener que emigrar. Ese milagro ocurriría dentro de las propias fronteras del país miserable y atrasado de Nelson. Basta segregar una porción del territorio. Nelson vive en un país falli do, que no es capaz de hacer posible el desarrollo. El Estado no puede garantizar a sus ciudadanos una vida pacífica y segura, su burocracia engo rrosa ahuyenta las inversiones, y por todos lados campea la corrupción. Hay que librar el desarrollo económico de estas amarras. En la ciudad modelo, libre de los males endémicos del subdesarrollo, reinará el buen gobierno. Una ciudad exitosa, por fin, en un país fracasado...

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