El Holocausto como memoria ejemplar

Aunque la historia no tenga un sentido, nosotros podemos darle uno escribió Karl Popper. El Holocausto es posiblemente el paradigma de la recuperación memorística con vocación ejemplar y cívica, donde el sentido del pasado a ser recordado radica en la mencionada utopía mínima del Nunca más. El Holocausto, la Shoah, términos que hoy se emplean para denominar el genocidio de los judíos europeos a manos de los nazis, se ha convertido en una memoria de referencia global con enseñanzas y significados compartidos más allá de la comunidad de víctimas. La memoria del Holocausto ya no es, o mejor dicho, no solamente, una memoria judía. El Holocausto es singular y carece de precedentes, pero no por ello es irrepetible. De ahí que su recuerdo sea una advertencia de las infinitas posibilidades del mal. Al mismo tiempo, el Holocausto brinda un conjunto de enseñanzas sobre las posibilidades positivas para la acción humana en medio de la barbarie. Este mensaje parece encontrar resonancia universal en un momento histórico de incertidumbre ideológica porque se identifica con el punto de inflexión de una cultura que renuncia a sus propios valores: la li bertad, la tolerancia, el respeto por lo humano. Un conjunto de valores que, tras el naufragio de las utopías, constituye ese consenso de mínimos o moral política compartida más allá de cualquier barrera ideológica. Volviendo a nuestra idea inicial, resulta interesante comprobar que aquellos factores de cambio social que provocaron la desaparición de las memorias colectivas en el sentido tradicional son precisamente las que abren la puerta a las memorias universales. Los sociólogos Daniel Levy y Natan Sznaider encuentran en el resquebrajamiento de los sólidos marcos de identificación, ya sean políticos, étnicos o religiosos, y en la experiencia desterritorializada, el campo abonado para que fructifique la memoria universal o globalizada del Holocausto. El recuerdo del proceso de discriminación, exclusión y exterminio de los judíos de Europa no sería solamente una memoria singular que compete a las víctimas y a sus descendientes, o a las comunidades judías. Lo judío, como entendieron el poeta Edmond Jabès y tantos otros, sería un destino, la encarnación del exilio, una peripecia reservada al otro, al diferente, al que se resiste a echar raíces o encuentra sus raíces en un nomadismo interminable. El judío sería un arquetipo de desterritorializacion, diáspora, otredad; claves con las cuales comprender un mundo...

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