La hora cero

E stuve veinte días fuera del país con motivo de las fiestas navideñas. Veinte días donde sabía que los riesgos de morir asesinado se reducían en un 95%. Claro, el mundo ya no es un lugar seguro en ninguna de sus esquinas, pero la muerte ha conseguido en Venezuela a sus más entusiastas aliados. El fantasma del terrorismo islámico aún no nos ha alcanzado, pero igual ya no nos damos abasto con nuestros propios criminales, que son cuantiosos y diligentes. La muerte aquí obtiene sus mejores estadísticas porque el hampa no tiene días feriados en Venezuela. A la manera de Los juegos del hambre atravesamos nuestra propia jungla en zozobra, acechados, como trofeos de una cacería que nunca acaba. La sensación de estar en permanente riesgo de muerte es extenuante. El futuro en Venezuela no es un almanaque normal. Se cuenta en salidas y vueltas al hogar, en latidos por metros cuadrados, en noches ganadas a los depredadores.A Venezuela la gobierna el hampa, en el sentido más amplio de la palabra.Ustedes entienden.Porque el que no respeta las reglas de una democracia está infringiendo la ley. El que permite que sus aliados saqueen las arcas públicas también delinque. El que gobierna y deja que las calles se conviertan en sangre es poco menos que un homicida culposo. El que tiene el poder para castigar y no lo ejerce es socio del delito.Ante la violencia, el que la consiente es un criminal.*** Durante mis días de asueto lo único que logré abolir en mi cerebro fue el sonido del chavismo. Porque el chavismo suena. Suena a bramido y amenaza. A escarnio y cadena nacional. A ideología rancia, afectación y retórica militar. El chavismo es, sobre todo, el sonido de un resentimiento. Dentro del país es imposible escapar a su ruido. De esa eufonía descansé. Más allá de sus fronteras puedes prender la radio y oír música.Ver televisión y contemplar un programa completo. Sin cuñas alienantes ni consignas de odio. En las redes sociales las tendencias no las dominan los robots políticos y el insulto. En las calles no hay colectivos que agredan a sacerdotes o diputados. Mis tímpanos reposaron. Del resto, la ansiedad por el país seguía intacta. Incluso, se acrecentaba. Como quien sale de vacaciones y sabe que hay ladrones merodeando en los jardines de su casa, forzando las cerraduras y ya quizás probándose tus prendas y lanzándose de brazos abiertos en tu cama. Por eso, no dejé de asomarme a la marea alta de nuestras noticias.En el extranjero, los venezolanos se tratan...

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