Hugo Chávez o la reinvención del caudillismo

Hugo Chávez nació tres veces. La primera, en 1954, en una casa de palma cerca de Sabaneta. La segunda, 17 años después, en la Academia Militar mi cuna, solía llamarladonde inició su carrera política. Y la tercera, en 1992, cuando las cámaras de televisión enfocaron su rostro tras la fallida insurrección del 4F. Desde entonces, vivió como dos hombres. Para unos, el mejor gober nante que haya tenido Venezuela desde los tiempos de Bolívar. El redentor de los pobres; el hombre fuerte, humilde y paternal, que dedicó su vida al bienestar de los venezolanos; el vengador justiciero que rescató a la Patria de manos de los corruptos; un revolucionario indoblegable que acabaría con la desigualdad. Para otros, el peor gober nante que haya tenido Venezuela desde los tiempos de Bolívar. El autócrata populista que monopolizó todos los poderes públicos y dinamitó la democracia; un caudillo mediático y manipulador, invidente a la corrupción; el ególatra adicto al poder, que dividió al país y derrochó el petróleo; un pupilo desfasado de Fidel Castro. Su autorretrato era el del hombre marcado por el fulgor de una misión patriótica. El comandante destinado a culminar la gesta de Bolívar; el sucesor de una estirpe de guerreros, atraído al poder desde muy joven por una voluntad interna, tal vez secreta, como dijo una vez; un superhombre nietzscheano que sembraría nuevos valores en la masa que creía encarnar. Yo no soy yo, yo soy el pueblo, aseguraba. Entre tales representaciones -derivadas de su propia retórica y su empeño en polarizar, de su concepción marcial de la política, de su propia autopercepción y, también, de los prejuicios y la miopía de sus oponentesparecía imposible hallar todas las piezas para armar el rompecabezas del hombre de carne y hueso que desató tantas pasiones. La historia de su vida -su ori gen humilde, su lento y atropellado ascenso al poder, sus peripecias para mantenerlo, su dramático finaltuvo una redondez de película. Hugo Rafael Chávez Frías, segundo de los seis hijos de un modesto maestro de primaria y su joven esposa, el niño que vendía las arañitas de lechosa que preparaba su abuela, llegó a ser el presidente elegido más poderoso del país. El que habitó más tiempo Miraflores. El más polémico. El más carismático. El único militar. Quisiera que algún día me tocara llevar la responsabilidad de toda una patria, la Patria del Gran Bolívar, escribió en su diario cuando era un cadete de 19 años. Un deseo que incorporaría después a su propio mito como una señal precursora de su destino de grandeza. En ese temprano registro personal, en el que se vislumbra ya su carácter contradictorio -a veces conservador, a veces rebeldeanotaría pocos meses después: Sé muy bien lo que busco y lo que hago, por qué me sacrifico. Siempre se empeñó a fondo. Nunca, ni en los peores momentos, se dio por vencido. Chávez se graduó entre los primeros de su promoción. Se relacionó con ex guerrilleros izquierdistas. Conspiró por tres lustros. Estudió Ciencias Políticas. Encabezó un golpe de Estado. Fracasó militarmente y conoció la magia de la TV. Vi vió dos años de fama en la cárcel y otros cuatro llevando su palabra por todo el país como un predicador incansable. Seguro del advenimiento. Finalmente, 25 años des pués, llegó adonde tanto había soñado por el largo camino de los votos. Y no quiso marcharse nunca más. Tenía la esperanza de gobernar décadas. Hasta 2030, hasta que el cuerpo aguante, diría tiempo después. En sus 14 años en el poder tuvo casi todo lo que quiso. Una nueva Constitución, contundentes victorias electorales, el dominio de las instituciones y los cuarteles, su propia milicia, la reelección ilimitada, poderes para legislar, medios de comunicación, celebridad internacional y una popularidad incombustible gracias a una mezcla de carisma, petróleo y propaganda. Ése era el hombre al que tantos subestimaron cuando ascendió al poder el año en que acabó el siglo XX. Un pez en el agua I Su abuela Rosa Inés Chávez, ejerció una influencia funda mental en su formación. He vivido 20 años, 16 de los cuales los pasé contigo, y aprendí muchas cosas de ti, a ser humilde pero muy orgulloso, y lo más importante, que heredé de ti ese espíritu de sacrificio que a lo mejor me lleve muy lejos, le agradeció en una carta. De ella, también habría he redado la compasión por los más débiles. Siempre me llamó la atención su sensibilidad social. Siendo un niño humilde, si Hugo veía a otro en peores condiciones que las suyas lo incorporaba al juego y le daba sus metras, aseguró un compañero barinés. En su propio diario, el cade te dejó evidencia de ese rasgo que le ganaría después el fervor de tantos pobres: Siento como hierve la sangre en mis venas y me convenzo de la necesidad de hacer algo, lo que sea, por esa gente, anotó luego...

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