La ilusión era mejor

En días recientes visité Sabana Grande, después de años de alejamiento.Fue mi cercanía vital en la adolescencia y el lugar donde todo era posible a partir de cierta hora. Regresar en la actualidad a sus calles fue una experiencia curiosa. Como sucede con el rostro de ciertas mujeres, le han refrescado la fachada, pero el alma se desvaneció hace tiempo. Eso no se recupera. De todas maneras, ese breve paseo me hizo recordar los mejores tiempos de la zona.Cuesta identificar el momento preciso en que Sabana Grande dejó atrás los incendiarios años sesenta y entró en la pacificación que proponía el establishment, sobre el lomo de los precios del petróleo. Pero el proceso tuvo lugar, y las armas, así como muchas ideas, fueron a parar a los museos, o a manos de la delincuencia pura y dura.Algunos habían aprendido a dis parar y no querían perder la costumbre. Como ocurre ahora, si no se podía cambiar el mundo, por lo menos que el dinero cambiara de dueño.Aparecieron más terrazas, más jugadores de ajedrez, más maromeros nocturnos, más vividores que habían perseguido en el pasado algún territorio libre en el planeta y que comenzaban a relajarse en conversaciones filosóficas o viajes a religiones orientales, y más gitanos pulcramente vestidos, dispuestos a vivir del trabajo rutinario de sus esposas, puer ta por puerta, con telas y vajillas importadas.En las mesas de los cafés al ai re libre, en las barras de los bares que contenían a la generación de la República del Este, en los rincones de los billares, en los pasillos de las librerías que bautizaban libros con invitados internacionales, corría el alcohol con una libertad inusitada.En esos vapores se consumían las culpas de traiciones a la causa, de compañeros ofrendados en la lucha armada, de becas bien administradas para escapar del insoportable recuerdo que los enjuiciaba como guerreros flojos y aburridos, adecentados a punta de tragos por una democracia que no había tenido que echar demasiados tiros para liquidar la insurgencia.La violencia se convertía enton ces en una isla de la memoria, recreada en juegos de palabras que de vez en cuando derivaban en una novela memorable. Los estudios en el exterior también apaciguaban las pesadillas nocturnas.Se cruzaban ex guerrilleros; ita lianos mafiosos; prostitutas; estudiantes...

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