Incluir a los excluidos (sin excluir a los incluidos)

La precaria certeza, vigente durante buena parte del siglo XX, de que la democracia es un ejercicio técnico, válido mientras sea válido asistir a votar, tener propiedades y expresarse sin miramientos, la consolidación de la exclusión social, una realidad de larga data, pero incontestable desde finales de los años noventa en adelante, abonó lo suficiente para que el país comenzara el siglo que cursa imbuido en el caos social y la paraplejia institucional vigente hasta el momento. No es por casualidad que el chavismo continúe, incluso ahora, manipulando para sus propios fines el vacío de contenido de la democracia venezolana durante los años noventa. En este país se acumularon los lustros y se consolidó una sociedad fragmentada, en la cual una clase social nada sabía de la otra. La educación de calidad, el acceso razonable a la salud, la seguridad personal, los hábitos de consumo, las novedades de la mercadotecnia: los haberes necesarios para hacer efectiva la vida eran una realidad para aquellos que pudieran pagarla. Se suponía que era necesario sanear la economía para que el crecimiento económico y la inversión hicieran posible la bonanza general. Pretender lo contrario era, sencillamente, ser populista. Poniendo el pellejo en carne viva es como el país ha podido ir comprendiendo que constituye toda una ociosidad peinarse frente a un espejo para pontificar sobre la importancia de la autonomía de poderes si las consultas electorales, los cambios de banda de los presidentes y la pompa que acompañaba las ceremonias parlamentarias no traían al remolque desarrollos políticos en los cuales privara en todo momento una genuina...

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