La ética intercultural: una herramienta para formar una ciudadanía cosmopolita

AutorMarié González Esther González María Marín Cynthia Martínez
CargoEscuela de Trabajo Social Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas Universidad del Zulia. tsmaril@cantv.net; gesther2@cantv.net; marelka@cantv.net; cymart@hotmail.com
1. Introducción

Los múltiples cambios que se están generando a nivel mundial, nos obligan a repensar el concepto de ciudadanía bajo los términos de la ética intercultural. Es decir, implica la búsqueda de una respuesta a los desafíos de estos tiempos, cuyos fundamentos se construyen en la ética imprescindible para un mundo globalizado y a la vez diverso.

En tal sentido, el propósito de la ética intercultural es aportar una ética al proceso dirigido a la superación del monoculturalismo; ser consecuente con la diversidad de valores coadyuvando a la integración de valores de forma talque sirva al entendimiento social.

¿Pero es posible pensar en una ciudadanía global? ¿En una ciudadanía cosmopolita?; de ser así ¿Cuál es la vía? ¿Cuál es el instrumento o herramienta, que nos facilitaría alcanzarla?

En el presente artículo nos proponemos efectuar un contraste teórico, cuyo objetivo es determinar la importancia de la ética intercultural en la formación de una ciudadanía cosmopolita.

2. ¿A qué llamamos ética intercultural?

Hemos considerado importante aclarar la concepción de la ética intercultural que orientará el presente análisis. Para ello, es necesario explicar, siguiendo a Bibeny (2004:2) el término diversidad cultural.

Para el autor, la diversidad cultural, indica que diversas culturas coexisten en un mismo espacio público, implica interrelaciones tanto conflictivas como no conflictivas de intercambio entre las culturas. Partiendo de este contexto, el interculturalismo plantea el reconocimiento de esta diversidad admitiendo las semejanzas a pesar de las diferencias y poniendo énfasis en la reciprocidad entre las culturas, acepta el relativismo en la cultura, es un multiculturalismo integrado, no diferenciado ni exclusivo, como es por ejemplo, el diferencialismo.

Lo anteriormente expuesto, nos permite precisar la finalidad de la ética intercultural, como:

“la contribución, desde las actitudes y la decisión de conductas, a la convivencia en la diversidad, de manera que se haga posible este requisito tan esencial a la democracia pluralista. Aunque no tiene únicamente este objetivo cívico, lo posee también moral, como es ayudar a la supervivencia y prosperidad humana en condiciones de diversidad étnica, nacional y cultural. Pues la ética en sí misma pretende un ser humano más feliz, además de quererlo más bueno y justo” (Bilbeny, 2002:119).

La ética intercultural parte de concebir que las culturas nunca son “impermeables” unas con las otras, es decir, nunca son inconmensurables entre sí, y que por tanto siempre hay, o debemos saber encontrar, algún punto u otro en que son comparables. En este aspecto del análisis coincide Cortina (2002:4), cuando dice: “las culturas han estado en diálogo desde siempre, no hay culturas separadas e independientes”. Es decir, que las culturas están mezcladas y desde esas culturas es desde donde se pretende que todo ser humano tiene derecho al ejercicio de su libertad.

3. La Globalización: un recorrido para comprender la ética intercultural

Luego de examinar la concepción de la ética intercultural, es importante pasar al análisis de la contextualidad teórica - reflexiva del proceso de globalización como la ruta a seguir para comprender la necesidad de una ética intercultural como herramienta que puede contribuir a la construcción social de un real ciudadano.

En este sentido, “la globalización supone un conjunto de procesos acelerados de orden económico, tecnológico, informacional y social, en general” (Bilbeny, 2004:1.)

Explica además, como este proceso representa la expansión de las interdependencias de todo género en todo el planeta, pero también, un incremento de la conciencia de los problemas, entre estos: el creciente desequilibrio económico mundial, la degradación del medio ambiente y los comportamientos caracterizados por el racismo y la falta de aceptación de la diversidad cultural en un mismo espacio de convivencia. Entorno al tema, Ugalde (1998) considera a la globalización como una manera de acceder al mundo post-moderno, como modelo económico que permite la uniformidad del mercado, la informática, el deporte, entre otras alternativas, sin distinciones de lenguas, religión o nacionalidad.

En este orden de ideas, existen otras posturas para interpretar tan importante proceso social, entre estas, la seguida por Touraine (1996) al explicar que éste es un constructo ideológico del neoliberalismo y no una rigurosa descripción de un nuevo entorno económico. Igualmente, desde la filosofía intercultural Fornet (2000:2): expresa que:

“la globalización no es crecimiento en universalización o universalidad. Al contrario, representa un proceso reductivo que, en nombre de la engañosa promesa de un construir un mundo (ONE World), lo que hace es nivelar las diferencias y homogenizar el planeta, al menos en su superficie”.

Es decir, según esta perspectiva de análisis, con la globalización neoliberal se produce la perdida de la soberanía territorial de las culturas, como resultado de la expansión incontrolable del neoliberalismo político y económico, para homogeneizar y monitorizar el planeta según las exigencias del mercado capitalista, dado que se apodera de la contextualidad del mundo, es decir, que se arroga el poder de configurar los contornos de las culturas y con ello la perdida del “territorio” propio donde deben poner a prueba y ejercitar su capacidad de incidir eficazmente en el modelamiento de su espacio y tiempo según sus propios valores y fines. En palabras de Fornet (2004:2):

“el contexto del proceso de globalización nos confronta así con una ideología totalitaria que roba a las culturas de la humanidad el eje...

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