La jornada de un escrutador

Aunque publicada en 1963, La jornada de un escrutador relata una experiencia del propio Calvino quien en las elecciones de 1953 fue candidato de relleno del PCI y le correspondió visitar distintos colegios electorales, no como escrutador, sino como simple observador. Aunque sólo estuvo diez minutos en el colegio ubicado en el Cottolengo de Turín, hospicio para huérfanos, enfermos mentales y personas disminuidas, esa visión le marcó con fuerza y le reveló la parte más ruin y miserable de la naturaleza humana.Frente a la maldad, la infelici dad, la fealdad y el dolor, Calvino reaccionó con negación, quiso ocultar y olvidar el episodio, como lo admite él mismo en el prólogo, pero la sensación de haber entrevisto el drama lo siguió hasta que finalmente decidió escribir el relato que le llevó diez años, más de lo que ningún otro de sus libros. Al inicio, no lograba hacer con ese tema más que una crónica o reportaje frío y sin valor literario, por lo que dejó de lado la escritura.Los diez minutos pasados en el Cottolengo en 1953 fueron insuficientes para construir su texto sobre la farsa electoral por lo que, refiere Calvino, se alistó como escrutador en las elecciones administrativas de 1961.La novela tiene una gran carga autobiográfica, para eso Calvino inventa a Amerigo Ormea, su alter ego, que como el autor, está afiliado al Partido Comunista y asiste como representante a vigilar la jornada electoral. En Italia el sufragio era universal, de manera que hospicios e institutos religiosos fueron considerados grandes reservas de votos para el Partido Demócrata Cristiano: sucedieron toda suerte de trucos, fraudes, coacciones, para que los beneficiarios de la caridad dieran el triunfo a los candidatos democristianos.El desfile de personajes defor mes, locos...

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