Joven y sano

Con una caminata que superó los 10 kilómetros de recorrido, el candidato de la oposición, Henrique Capriles, llegó hasta el fétido Consejo Nacional Electoral a inscribir sencilla y democráticamente su candidatura a la presidencia de la república. Esa humildad y esa fuerza espiritual que lo guía no significa de ninguna manera debilidad sino confianza en el hecho cierto y comprobado de que las grandes mayorías quieren un cambio profundo en el destino y el rumbo del país.

Venezuela está cansada de soportar un régimen que llegó al poder engañando a los votantes con las promesas de combatir la corrupción, de administrar con eficiencia los dineros públicos y de traer paz y unión entre los venezolanos.

Hoy, los jefes del chavismo llevan una vida muy por encima de la que sus sueldos les permiten. Se mueven en carros blindados, con guardaespaldas y mantienen cuentas en paraísos fiscales. Se han aburguesado y les parece un fastidio ir a los barrios y atender los problemas comunes de la gente. Lo que sí no dejan de hacer a diario es sembrar odio y división entre los venezolanos, creando dos países: uno, el de los civiles y militares rojitos que disfrutan de todos los privilegios, y otro que subsiste de las limosnas que lanzan desde los ministerios.

Con ello denotan que no conocen la naturaleza rebelde de los venezolanos: ayer, sin miedo ni violencia, salieron como una gran multitud indignada a la calle a decirle al Gobierno que estaban cansados de un jefe que ni siquiera cumple con sus funciones y horarios de trabajo, y que se la pasa más en Cuba, donde Fidel le canta el arrurú mi...

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