Su marido tiene derecho de matarla

El fusilamiento se produjo en una aldea de Parwan, a apenas un centenar de kilómetros de Kabul. El asesinato público de una mujer en Afganistán ha vuelto a poner de relieve la brutalidad y el primitivismo de sectores de ese país, pero sobre todo el límite de los avances logrados por la ocupación occidental desde el desalojo de los talibanes en 2001. Su difusión en video ha resultado aún más punzante al coincidir con la Conferencia de Donantes de Tokio en la que Estados Unidos y sus aliados han vinculado la futura ayuda al desarrollo a que Kabul mejore la gobernanza, la justicia y los derechos de la mujer. Una portavoz del Gobierno provincial identificó a la mujer como Najiba, de 22 años de edad y atribuyó su asesinato a los talibanes. Sin embargo, esta milicia, levantada en armas contra el Gobierno de Kabul, ha negado su implicación y atribuyen el incidente a un arreglo de cuentas tribal. Lo único seguro es que quien sigue pagando los platos rotos de la ignorancia, la pobreza y las luchas de poder es la mujer afgana, a la que en este caso, como en muchos otros, se acusa de adulterio para revestirlo de pretendida legalidad. Las imágenes, al parecer cap tadas con un teléfono celular, producen escalofríos. Varias decenas de hombres sentados en el suelo o instalados sobre los techos de las casas vecinas observan a una mujer, cuya silueta se adivina bajo una tela grisácea. Está de espaldas, sentada sobre sus talones. Esta mujer, hija de Sar Gul, hermana de Mostafa y esposa de Juma Khan, se escapó con Zemarai. No la han visto en el pueblo durante un mes, dice un barbudo en presunta función de juez, según la traducción de la agencia France Presse. Por fortuna, los muyahidines la han atrapado. No podemos perdonarla. Dios nos dice que acabemos con ella. Juma Khan, su marido, tiene derecho de matarla, prosigue. Entonces alguien entrega un Kalashnikov a un hombre vestido de blanco que la apunta desde unos dos metros y dispara. Más de 10 veces. Incluso después de haberle alcanzado la cabeza. Los asistentes corean Dios es el más grande y Larga vida al Islam. Odioso. El presidente de Afga nistán, Hamid Karzai, tildó el crimen de odioso e imperdonable y ordenó la búsqueda y captura inmediata de los responsables, un bonito gesto con pocas posibilidades de dar resultados. Por mucho que hayan cambiado las leyes, el Gobierno no tiene la capacidad ni, a decir de algunos observadores, la voluntad de ponerlas en práctica. A pesar de sus buenas palabras, Karzai...

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