La modernidad se luce entre las siembras de Bailadores

Cómo llegar. Desde la ciudad de Mérida toman la vía de El Vigía, luego se desvían como quien va a Tovar, atraviesan las cientos de ventas de carros, continúan por una carreterita angosta rodeados de montañas y justo antes de llegar a Bailadores, observarán asombrados las estructuras blancas y picudas a mano izquierda. Ahí es. El asombro. Nos llegó un correo electrónico invitándonos a visitar la Estancia La Veracruz en Bailadores. De ese pueblito conocíamos la cascada de la India Carú, las suculentas fresas, sus maravillosos inventores y alguna posaditas. Sin haber visto ni siquiera las fotos, aga rramos carretera desde Mérida, atravesamos Tovar Âdonde casi nos quedamos a indagar el origen de tantas ventas de carros hasta que aparecieron unos techos blancos, picudos, modernísimos, sobre unas estructuras de metal en blanco, igualmente urbanas y brillantes con un fondo de montañas andinas contundentes y protectoras. Estacionamos en silencio, todavía sin comprender cómo esta estancia se había instalado en Bailadores. Al entrar salió un joven vesti do de pantalón negro, chaleco negro, camisa morada, corbata igual, peinado con gomina... un modelo de Zara. Decentísimo, amable y orgullosísimo de su nuevo negocio. Era Ricardo Velasco, ingeniero, hijo de los dueños y gerente de la estancia. Junto a él recorrimos el comedor de paredes en vidrio para que el paisaje entre y sea compañero de las suculencias que preparan tres señoras maravillosas de la zona, y que probamos en un almuerzo exquisito. Caminamos alrededor de una piscina con cascaditas, deck de teca en los alrededores, climatizada cuando hace falta y con vista de montaña. Entramos a unas habitaciones preciosas, todas con jacuzzi, entre ellas una suite estelar con un jacuzzi desde el que se ve la televisión, y un jardín interior. Las lámparas fueron traídas desde Colombia porque son obra de un famoso diseñador, las cono cieron en algún viaje y las importaron. El comedor interior, el bar y los corredores son muy acogedores con mobiliario cómodo y de buen gusto. Los baños espaciosos, lo mismo que los closets. Hay un spa con dos saunas pequeños en madera con vidrio en la puerta para que no sentirse ahogado y sofocado. Una cabina amplia para masajes y regaderas para quitarse las envolturas. Como son cultores del vino, diseñaron una pequeña cava para catas exclusivas. Los jardines con delicado paisajismo. La atención es cortesía de andinos: recatada, respetuosa, gentil. Desde el comienzo. Al día si...

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