El museo de los narcos

Al Museo de Enervantes no entra nadie que no esté autorizado por el Ejército mexicano. Solo consiguen el salvoconducto los militares durante su preparación y algunos estudiantes de Derecho y Criminología. Fue creado para que los integrantes de las Fuerzas Armadas conocieran mejor a los narcotraficantes. Nadie más necesitaría tener acceso a él ni a los objetos que reflejan su ostentoso estilo de vivir y de morir.Está, por ejemplo, la pisto la Colt automática calibre 38 con empuñaduras cubiertas de oro de 24 quilates y brillantes incrustados, incautada a Joaquín el Chapo Guzmán, líder del cartel de Sinaloa. En 1993 fue detenido en Guatemala y llevado a una prisión de máxima seguridad en el estado mexicano de Jalisco, de la que escapó en 2001. Luego de su detención, lo que llamó más la atención fue su arma con las iniciales ACF, grabadas en relieve. La pistola se la había regalado Amado Carrillo Fuentes, conocido como el señor de los cielos, líder del poderoso cartel de Juárez y famoso por sus alianzas con los carteles colombianos para traficar cocaína hacia Estados Unidos. El Chapo prácticamente se educó como capo con Carrillo, y cuando él falleció el cartel quedó en manos de sus tres hermanos y del Chapo, que luego se haría con la plaza de Sinaloa. Mientras su pistola reposa en el Museo de Enervantes, él sigue en libertad y en la lista de los más buscados.En octubre llegó la pistola del narco Heriberto Lazcano Lazcano, líder de Los Zetas, junto a su reloj Bulgari con incrustaciones de diamantes. Es una Colt, bañada en oro, con una Z3, su clave dentro de la organización, grabada. El Lazca murió en un enfrentamiento contra las Fuerzas Armadas en el estado mexicano de Coahuila y su cuerpo fue robado de la morgue.Las historias sobre los ca pos cobran fuerza ante el lujo y el brillo de los ostentosos que alberga el museo: un teléfono móvil de oro con incrustaciones de diamantes; una pesada silla para montar con detalles de plata; botas de pieles de animales exóticos; decenas de armas con detalles de oro, plata y piedras preciosas; chaquetas de piel con protección antibalas de metal; cuadros de la Virgen de Guadalupe que escondían cargamentos de droga; un altar de Jesús Malverde, el santo de los narcotraficantes; mesas de madera talladas con motivos de la santa Muerte...Cada vez más grande. Fun dado en 1985, en la séptima planta del cuartel general de la Secretaría de la Defensa Nacional, en Ciudad de México, el Museo de Enervantes así se conocen...

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