Veneración nasal

Se calcula en cifra cercana a 50.000 el número de olores existentes, aunque, de tal canti dad, solo unos 4.000 son detectados por los humanos; y, a pesar de que, desde los presocráticos hasta Kant, pasando por santo Tomás de Aquino, el olfato se ha tenido como el más animal y primitivo de nuestros sentidos, hay en torno suyo no solo industrias, ciencias, artes y oficios, sino incluso espacios destinados a mostrar todo lo que le concierne, como el Museo de los Aromas de Santa Cruz de la Salceda, en Burgos; y no se trata de una extravagancia, no: es un reconocimiento a las innumerables referencias históricas y religiosas que de él se han hecho y de su papel inspirador en la literatura.Tan fragante galería hace, pues, justicia a ese maravilloso sentido que nos permite aborrecer el más nauseabundo de los hedores o deleitarnos con el más embriagador de los efluvios.Al gran Quevedo debemos un notable soneto burlesco, cuyos versos Érase un hombre a una nariz pegado/ érase una nariz superlativa,/ érase una alquitara medio viva,/ érase un peje espada mal barbado quiso la maledicencia de sus contempo ráneos relacionar con el naso de Góngora; otro grande, Shakespeare, hace que, en el primer acto de Hamlet, Marcelo advierta, con palabras que alcanzaron tanta o más celebridad que la tragedia misma, la putrefacción del Estado danés Something is rotten in the state of Denmark ; Edmond Rostand, en su pieza teatral Cyrano de Bergerac, pone en boca del protagonista un memorable y ácido monólogo en alusión a su desproporcionado nariz Sólo un animal, al que Aristóteles llama hipocampelefantocamelo, tuvo debajo de la frente tanta carne y tanto hueso, reza una de sus líneas; y, en sus retratos con base de flores, frutas y verduras, Arcimboldo podía hacer de una pera, una zanahoria o un par de melocotones, un narigón. Pero quizá el acercamiento creativo más estremecedor al tema olfativo sea El perfume , novela de Patrick Süskind publicada en 1985 y llevada al cine por Tom Tykwer en 2006, que relata las peripecias de Jean Baptiste Grenouille, quien nació sin despedir tufo alguno por lo que fue tempranamente marginado de su supersticioso y miserable entorno y poseía la asombrosa facultad de percibir todos los olores del mundo; este don sobrenatural despertará el interés y avivará la codicia de...

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