Contra el odio y por la paz I

El pasado lunes 31 de julio, con la decisión de los cuatro principales partidos de la MUD de inscribir candidatos para las elecciones regionales anunciadas sin mucha precisión por el CNE para algún día del mes que viene, se inició una nueva y decisiva etapa del proceso bolivariano, la del entendimiento entre partes que hasta ese instante parecían irreconciliables y su consecuencia lógica, la cohabitación. A partir de ese día desde todo punto de vista inesperado, Nicolás Maduro goza del extraordinario privilegio de gobernar sin oposición. Una situación sin duda asombrosa, sobre todo si tenemos en cuenta la magnitud de las turbulencias que se habían iniciado con la derrota aplastante del chavismo en las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre de 2015 y que ahora, pocas horas antes de celebrarse la fraudulenta elección de los 545 delegados a una presunta asamblea nacional constituyente, estaban a punto de romper los frágiles equilibrios sobre los que aún se sostenía el régimen.Nadie se explica, pues, por qué, de la noche del 30 de julio a la mañana siguiente el proceso político venezolano sufrió tan espectacular vuelco. En todo caso, a nadie le resulta sencillo entender cómo, al cabo de estos últimos 18 meses, uno tuviera la devastadora impresión de que en verdad nada, absolutamente nada fuera de lo común había ocurrido en Venezuela. Que todo lo que suponíamos que había sucedido era en realidad el fruto de un gravísimo desajuste de la imaginación colectiva. Que aquella histórica victoria del primer domingo de diciembre no pasó y que era falso que en un dos por tres, violando todas las normas constitucionales, la saliente Asamblea Nacional designara un nuevo y rojo-rojito TSJ, mucho menos que ese máximo y fraudulento tribunal de la República procediera de inmediato a desconocer de manera sistemática todas y cada una de las decisiones de la nueva Asamblea Nacional. Y como que tampoco la oposición asumió en algún momento el compromiso de cambiar de presidente, gobierno e incluso de régimen en un plazo no mayor de 6 meses.Todo debía presumirse como lo que era, una inocente ilusión de fin de año. Vaya, que nunca se produjeron sucesivos golpes de Estado contra la legalidad democrática protagonizados por el TSJ y el CNE, ni que en consecuencia la MUD denunciara al régimen de haberse convertido en una vulgar dictadura, ni que todos los partidos políticos de...

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