Participación ausente

Tener mayor participación en los asuntos públicos ha sido una demanda cen tral entre los venezolanos, no de ahora sino desde hace décadas. Una de las expresiones más claras fue la de las organizaciones vecinales que comenzaron a articularse e impactaron en la opinión pública para hacer valer su voz. Años más tarde, estos esfuerzos fueron recompensados con la personalización del sufragio para que no sólo votáramos sino también eligiéramos. Una gran conquista, pero como toda demanda social, seguía insatisfecha, en ritmo creciente y legítimamente clamando por mayores avances. En los albores de la futu ra ebullición social de 1989 que varios calificaron como la ruptura del pacto social, un 67% de los venezolanos afirmaba que una de las reformas más importantes que debía implementar el nuevo gobierno de la época, era incrementar la participación directa del pueblo. El cambio más específico era poder elegir a gobernadores y alcaldes de manera directa. Así se hizo y se intentó oxigenar al sistema. Afortunadamente se hizo. Una revolución política que hasta el presente sigue teniendo consecuencias. Un triunfo para los ciudadanos. No obstante a finales de ese mismo año 89, muchos decidieron no decidir: hubo un 54% de abstención. Las cifras se mantuvieron igual para escoger a los mandatarios regionales y burgomaestres: en 1992 hubo 50,72% de no concurrencia y en 1995 un 53,85% de abstencionismo. Paradójicamente en las elecciones más cercanas a nosotros, las que más nos deberían importar, estuvimos ausentes. La consigna de más partici pación y más ciudadanía, siguió avanzando. De...

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