El peligro del antichavismo pueril

La posibilidad de perder las elecciones depende de superar la actitud de un antichavis mo infantil, que teme buscar los votos de esa mitad de los venezolanos que siguen hoy a Chávez. Con su radicalismo simplón reforzarían la polarización, le darían la victoria a quien más detestan, a Chávez. A continuación, acusarían de bruto al pueblo, cuando ellos son los que habrían demostrado de nuevo tener la cabeza hueca, ¡llevan 13 años mirándose el ombligo! Chávez no se comportará co mo Gonzalo Barrios en 1968. Hay que ganarle con un tsunami electoral, hacerlo pasar a la historia la noche de las elecciones, dejarlo sin base política. Se requiere, entonces, buscar sin complejos el voto de un buen número de chavistas, hablarles directamente a los pobres. Muchos chavistas rechazan que el mismo inquilino permanezca 20 años en Miraflores; son los que piden una dirección colectiva del Polo Patriótico. El que busque esos votos de bería ganar las primarias, si el antichavismo duro comprende también que ese es el camino de la victoria. Pero, ¿lo entenderá? Demasiada gente confunde la política con hacer gárgaras frente al espejo. El candidato ideal cruzará la frontera que divide al país. Sin mover un dedo los electores de Altamira votarán por cualquier dirigente de la oposición, ¡ya votaron por Arias Cárdenas! Hay que sudar para conseguir votos chavistas en Catia, Falcón o Anzoátegui. Los antichavistas frenéticos se esfuerzan en perder las elecciones, porque para ganarlas se requiere impedir que Chávez consolide su electorado histórico. ¡Anatema! ¡Anatema!, gritan los que llaman a los programas de radio para denunciar cualquier supuesta debilidad de un político. Si triunfan los intransigentes de café con leche, esos que en las conversaciones de sobremesa prometen perseguir...

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