La peligrosa agonía de la PM

Los policías matan el tiempo jugando billar en un salón de la Comisaría Francisco de Miranda de Boleíta. Desde afuera la llamada Zona 7 luce como un edificio abandonado. Es media mañana y nadie controla el acceso. Se puede pasar sin contratiempos y caminar por un pasillo mal iluminado donde es tá colgada una cartelera que solía re saltar al personal destacado del mes. Está en blanco: no hay una fotografía o una historia de heroísmo publicada. Es como un símbolo de la agonía. La Policía Metropolitana atraviesa sus últimos días después de 41 años de vi da en Caracas. El Ejecutivo publicó el 29 de marzo una resolución en la que ordena liquidar la organización en 3 meses, aunque deja abierta la posibilidad de una prórroga por otros 90 días. La institución, en su hora menguada, no ha superado la carga de una repu tación negativa: ni siquiera los funcio narios activos niegan que los delitos de muchos de sus compañeros contribuyeron a crear un peso difícil de sobrellevar y que hoy ha dejado en minoría a los dolientes de la desaparición. Estamos desmoralizados, dice uno de los policías que observa, sin entusiasmo, la partida de billar. Sólo hay un puña do de compañeros con él. Se limitan a cumplir horario. No salen a la calle o van a la comisaría a pedir las vaca ciones vencidas. Medio centenar de motocicletas están guardadas en un depósito. Los policías pagaban por el mantenimiento de las que usaban y ya no quieren gastar un céntimo. Aun que algunos visten el uniforme azul, otros dejaron de hacerlo. Hablan como si fuera remota la época en que la Zona 7, con jurisdicción en el municipio Sucre, era una de las áreas operativas más grandes con más de 1.000 funcionarios: Ya no somos ni la cuarta parte. El mismo desánimo existe en las demás dependencias. Quienes todavía están en la institución sienten que el estigma de la deshonestidad los marca a todos sin distinciones. La incertidumbre por el futuro agrava el malestar: Soy un sargento con más de 20 años de servicio y 40 de edad. No tengo expediente penal en mi contra y no me lla maron para la Policía Nacional. Estoy espe rando la jubilación con el sueldo mínimo. Veré cómo sobrevivo. Cada quien busca, como puede, respuesta a esa pregunta. Otro sargento recién jubilado está en la puerta de un supermercado, propiedad de comerciantes chinos, en Catia. For malizó una actividad que ya hacía: Me contrataron para vigilar y acepté, ¿qué más voy a hacer?. Muy cerca queda el módulo clausurado en el que trabajó...

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