Policialización del ejército y tolerancia cero para los movimientos populares en América Latina

AutorRobinson Salazar
CargoUniversidad Autónoma de Sinaloa robinsson@mzt.megared.net.mx México
Páginas275-290

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1. Introducción

América Latina desde los años sesenta ha soportado los experimentos y aplicaciones de políticas hegemónicas que los Estados Unidos instrumenta para defender sus intereses, blindar sus fronteras para "evitar" que los acontecimientos de nuestros pueblos incidan en su territorio y a su vez imponer una política de sometimiento férrea para domesticar a los gobiernos, privatizar los recursos naturales, apropiarse de las riquezas que producen los países latinoamericanos y desvertebrar las luchas populares de esta parte del continente.

La primera estrategia militar para desestructurar a los movimientos populares entre los años 1960-1970, fue la golpista, apoyados en la organización castrense nacional que dependía de la asistencia económica, la logística e instrucción de los centros de apoyos que se suministraban por organismos internacionales que guardaban un vínculo estrecho con el Departamento de Estado Norteamericano, la Central de Inteligencia -CIA- y el Pentágono; asimismo un zaguán informativo y de inteligencia militar se abrió para que los organismos de Estado de Norteamérica, acopiaran información, Page 276 elaboraran parte de la política exterior hacia las naciones del sur y sometiera la política de los gobiernos latinoamericanos a las prioridades del coloso del norte.

La revolución cubana en 1959 fue el pretexto que enarbolaron para desatar la militarización creciente en nuestras naciones, bajo la bandera del virus rojo, el castrocomunismo, el interés de la URSS y la proliferación de las guerrillas. Este ramillete de pretextos desató la primera guerra de exterminio por todo el subcontinente, a pesar de que no existía, por las condiciones reales de existencia en la población, las incipientes esferas orgánicas y el trabajo político necesario para una insurrección, la posibilidad de cambio revolucionario, lo que había sucedido en Cuba tenía ingredientes genéricos y muy específicos de la isla, no era una circunstancia repetible ni cabía la clonación para las otras naciones.

El interés invisible de la primera acción intervencionista militar a través de los golpes castrenses fue el de aniquilar la organicidad que venía constituyéndose en los sindicatos, descabezar los incipientes movimientos comunitarios y proscribir a los partidos de izquierda, llámese comunista o socialista. La fortaleza industrial de países como Argentina y Brasil fue objetivo a desmantelar, destruyendo las iniciativas que los gobiernos nacionalistas habían heredado a su pueblo; las minas de Chile, Bolivia y Colombia fueron punto de atención para desaparecer los sindicatos mineros y desalojar las ideas nacionalistas que en ellos gravitaban. La cintura centroamericana, repúblicas que surtían el mercado norteamericano y centro de inversión en productos agrícolas, fue presa de "coronelazos" que se sentaron en el poder para garantizar las propiedades de las compañías norteamericanas.

El predominio económico, el fortalecimiento de la dependencia industrial y militar y la apertura de los mercados de manera inmisericorde para la inversión extranjera, principalmente norteamericana, fue el principio básico que orientó la política hegemónica de los Estados Unidos en la región.

Aun así, bajo ese estado de terror, los movimientos populares y las organizaciones de izquierda persistieron en su lucha y de la guerrilla sembrada 1 inducida y sin un trabajo previo de organicidad y logística militar, se pasó a la guerrilla creciente 2 donde esta segunda etapa trazó puentes dialoguistas entre sindicatos-partidos de izquierda, movimientos campesinos-estudiantes.

Ante la recomposición de los movimientos insurgentes y la combinación de todas las formas de lucha, pero con énfasis en dos ejes: la movilización popular y la lucha armada, la estrategia norteamericana mutó y se situó Page 277 en la Doctrina de Seguridad Nacional (DSN), cuyas coordenadas de la represión giraron en: desestabilizar gobiernos no afines a su política hemisférica, desindustrializar a los países que habían iniciado una tendencia de organización de las economías nacionales, el uso de los medios masivos de comunicación en tareas desinformativas para boicotear gobiernos; las tareas de espionaje tomaron mayor relevancia para secuestrar, eliminar o desaparecer líderes populares, pero ante todo, ir identificando como países problemas a todos aquellos que poseyeran recursos estratégicos que garantizaran la reproducción del sistema imperial capitalista norteamericano: Petróleo, minerales y medios de comunicación.

La DSN coincidió con dos factores importantes: la crisis del petróleo y la configuración de la Trilateral en 1973, donde los países potencia, bajo la égida norteamericana definían el rumbo del capitalismo y la guerra frontal contra la alternativa del campo socialista.

Con la estrategia de DSN se abrió el capítulo de guerra psicológica (psicosocial), cuyo núcleo era sembrar el miedo y terror en la ciudadana; la oposición frontal ante todo indicio de reforma o gobiernos netamente liberales, acotación en todos los espacios de maniobra del Estado, la imposición de la ideología del libre mercado y la extensión de la ideología del terror y grupos paramilitares en varias esferas de la sociedad, para que desempeñaran la labor sucia que el ejército no quería maniobrar, como eran las desapariciones de líderes comunitarios, sindicales y estudiantiles, profilaxis social, secuestros y atentados. Aunque hay un caso especial en la aplicación de la guerra psicológica, se trata de Colombia, quien se ha convertido en pionera para ejecutar al pie de la letra los planes represivos en Latinoamérica.

La institucionalización de la represión gubernamental, entiéndase premilitar, en Colombia se inició en 1965, con la gestión del presidente Guillermo León Valencia, tras la expedición del decreto legislativo número 3398, "por el cual se organiza la defensa nacional", que teniendo carácter transitorio después fue adoptado como legislación permanente. En ese decreto fueron creados los "grupos de autodefensas", que fueron desde entonces el arma gubernamental y de los grandes terratenientes de ese país para desatar la ola de violencia que todavía hoy soporta el pueblo colombiano, a la que se sumó como elemento fundamental la organización de grupos armados de narcotraficantes y contraguerrillas que son parte de la guerra en el país sudamericano 3.

El punto central de la guerra psicológica consistía en detener toda propaganda que viniera de la extinta Unión Soviética, China, Albania, Vietnam y Cuba; fomentar los valores cristianos y religiosos en comunidades Page 278 pobres y rurales para desterrar la ideología de las clases sociales y la insurrección armada, infiltrar clandestinamente los órganos colegiados de gobierno, universidades, sindicatos y partidos políticos para detectar los agentes antigubernamentales o simpatizantes de ideologías extranjeras contrarias a los intereses norteamericanos; involucrarse en las huelgas, marchas y paros cívicos para provocar desórdenes y tener pretextos para imponer un Estado de excepción o ley marcial y, finalmente, promover un nacionalismo exacerbado para limitar ideológicamente las ideas de izquierda que provenían de otros países, puesto que sembraba el odio y el rencor en la población al señalarse al promotor de la insubordinación como agente antinacionalista que buscaba destruir al país, todo esto dio origen a la política de delación que hoy existe.

La DSN arrojó un saldo de contraguerrilla y ejércitos mercenarios en Centroamérica, paramilitarización en Colombia, golpes de Estado en Argentina, Chile, Uruguay, Brasil, Bolivia y Perú, cadena de hombres y mujeres desaparecidos, cierre de fábricas, abandono de tierras en el campo por los crímenes del sicariato, críticas a los Estados nacionales por el endeudamiento y exigencias internacionales para que cambiaran su política económica, ajustar el gasto, desregular los mercados e imponer restricciones en la aplicación de las políticas públicas y finanzas.

Para proseguir el exterminio de toda oposición, la Guerra de Baja Intensidad (GBI) fue la prolongación de la represión de la seguridad nacional pero con mayor énfasis en la parte ideológica y en la intromisión norteamericana como factor indispensable para apaciguar la inestabilidad política de un país latinoamericano. Los componentes de esta "nueva "estrategia eran Contrainsurgencia: derrotar movimientos de rebelión popular. Reversión: derrocar gobiernos revolucionarios o los que no se ajustan plenamente a los intereses estadounidenses y Prevención: ayudar a gobiernos aliados de Estados Unidos a evitar su desestabilización.

La GBI liberó de toda atadura jurídica y de trámite en los Congresos la intervención estadounidense en los asuntos internos de América Latina; incluso, se justificó por parte de los gobiernos en turno como necesaria y legal para contener los conflictos internos. Aunque en la letra el significado de baja intensidad alude el uso limitado de la fuerza para someter al adversario, cabe también la posibilidad, que...

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