Señor Presidente, oiga a Bruno Pacillo

Hace algunos años, se gún narra el diario El Uni versal de fecha 8 de agosto de 2000, un par de policías del municipio Baruta, presuntamente, persiguieron y atraparon a un ciudadano que resultó ser el doctor Bruno Pacillo, cuando huía en una camioneta Ford Explorer después de haber consumado lo que podríamos lla mar un atentado ¡chinesco! No me refiero al gran país de Mao, sino al instrumento infantil usado para cazar lagartijas; a la china. Adminículo formado por una horqueta de madera o metal al cual van amarradas dos gomas, una por lado, y que termina en un pedazo de cuero en donde se coloca el proyectil que va a ser lanzado contra el objetivo.

El blanco militar de Pacillo era un ventanal de Rescarven cercana a la residencia presidencial. Dicen que tenía 8 meses en ese afán y que había liquidado no menos de 25 ventanas enemigas. Alegan los propietarios y gerentes de la empresa que estos actos eran en represalia por un accidente automovilístico en el cual se vio envuelto el Mercedes Benz de Pacillo y una ambulancia de Rescarven. Al final, nunca supe si la sentencia de este juicio chinesco fue absolutoria o condenatoria. En todo caso, el doctor Bruno era señalado como chavista en los círculos médicos de la capital. Un chavista por lo demás excéntrico, pues no sólo era un hábil constructor de bellezas y arreglador de pequeños desperfectos de las mises y grandes señoras pudientes, sino que ha representado una verdadera piedra en el zapato para cuantos ministros de Sanidad han pasado en estos 11 años de desgobierno.

Las peleas públicas y priva das de Pacillo contra otro arreglador de narices y fiel defensor de la tesis de que sin tetas no hay paraíso, Eduardo Krulig, son archifamosas.

Pacillo cuenta que Krulig anda huyendo de la justicia penal venezolana. Parece que en dos o tres oportunidades Pacillo le encajó un uppercut a Krulig. El caso es que Pacillo, con su carné de chavista, tenía acceso a numerosísimos centros de poder. Ministros, legisladores, militares y policías le abrían sus puertas, y el doctor iba cargado de críticas, de reclamos, de...

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