Los principios del Derecho Procesal del Trabajo

AutorNéstor De Buen
CargoProfesor Emérito de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)
Páginas305-322
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Los principios del Derecho
procesal del Trabajo
1.- UN MERECIDO HOMENAJE.1.- UN MERECIDO HOMENAJE.
1.- UN MERECIDO HOMENAJE.1.- UN MERECIDO HOMENAJE.
1.- UN MERECIDO HOMENAJE.
«La Patota» nació al calor de una copas de relajamiento, después de un
intenso trabajo de divulgación de ideas laborales. Los tres invitados extranjeros
– palabra de valores muy relativos – a Maracaibo, Mario Pasco, Rafael
Alburquerque y Néstor de Buen charlaban informalmente sobre los temas
que siempre son de interés común. Y en especial de ese género tan particular
de la literatura jurídica – supongo que también de otras – que constituyen los
libros-homenaje en los que cada quien se apunta con sus problemas más
cercanos de tal manera que el producto final es curioso pero no demasiado
útil para quien pretende asomarse a un tema fundamental.
Alguno apuntó la idea: ¿por qué no hacer un libro colectivo pero todos
tratando de lo mismo? Obviamente se pretendía con ello que la reunión de
perspectivas nacionales diferentes sería útil inclusive para apoyar cualquier
intento de modificación de las reglas propias o, en mayor distancia, de unificación
de legislaciones diferentes.
En aquél bar grato de un hotel que aislaba del clima caliente de
Maracaibo, el peruano, el dominicano y el mexicano pensamos que un tema a
tratar sería el de la solución de los conflictos de trabajo. Pero también concluimos
que sería necesaria una aportación más extensa.
Los laboralistas tenemos la suerte de coincidir en congresos en muy
diversos territorios de América Latina y de algunos países de Europa. Eso ha
enriquecido nuestras relaciones. Quizá por ello nos pareció que era
indispensable la presencia adicional de España, de Panamá: el centro de las
Américas y de Brasil. Los nombres de Alfredo Montoya, Rolando Murgas y
Wagner D. Giglio surgieron de la coincidencia inmediata.
Mario Pasco, con buen sentido del humor, bautizó al grupo en ese
momento como «La Patota». Preguntado por Rafael y por Néstor el significado
de esa palabra misteriosa, aclaró que allá por el Cono Sur de América, esa
palabra hacía referencia a una pandilla de barrio integrada por personas malas,
jóvenes de preferencia, pero no muy malas. Algo así como pandilleros culpables
de delitos menores. Rafael y Néstor aceptaron el nombre común que les hizo
mucha gracia.
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Néstor De Buen
Se hicieron los seis trabajos. Néstor consiguió que publicara el libro la
Secretaría del Trabajo y de la Previsión Social de México. Pero faltaba un
elemento fundamental: la presentación. La armonía inmediata entre los seis
patoteros vía las comunicaciones necesarias se reflejó en el nombre del
presentador: Américo Plá Rodríguez, maestro ilustre, inventor del Grupo de
los Miércoles, un canto a la libertad de cátedra en un mundo de represión
militar, Uruguay y personaje principal (siempre acompañado de Martha, su
esposa) en cualquier reunión internacional.
Se le hicieron las invitaciones supongo que de manera individual pero
coordinadas. Plá aceptó. Pero la gran sorpresa de los seis patoteros de origen
fue que su colaboración no consistió en la presentación del trabajo común
sino en su propia versión del problema en su país.
Había nacido con ello «La Patota de siete» y no de seis, por supuesto
que con gran entusiasmo de todos. El libro, sin embargo, estuvo a punto de
naufragar. En poder de la Secretaría del Trabajo se ignoraba su destino cuando
el edificio en que supuestamente se encontraba, se derrumbó con el terremoto
que sufrió la ciudad de México el 19 de septiembre de 1985.
De todos, Néstor de Buen, responsable común, sufrió ante el hecho
que creía irremediable. Pero afortunadamente las cosas no ocurrieron como lo
temíamos. Aparecieron días después los dos tomos (nadie sabe porque se
hicieron dos tomos que en conjunto no llegan a cuatrocientas páginas) con el
prólogo, ese sí, de Emilio Gomez Vives, un funcionario de alto nivel de la
Secretaría, desde siempre el supremo conciliador en los conflictos de trabajo
en México.
A la Patota se incorporaron años después Mario R. Ackerman de Argentina
y Emilio Morgado de Chile, con lo que la geografía americana se integraba de
mejor manera. Pero desde el principio, el maestro Plá planteó sus muy serias
reservas sobre el nombre del Grupo: nunca le pareció que juristas tan
particulares, él incluido, fueran autocalificados de pandilleros.
Mario Pasco, que siempre ha tenido una especie de jefatura invisible o
de influencia notable sobre los demás, no resistió las presiones del Maestro
Plá y propuso o impuso – mejor dicho – un nombre inocuo, con ciertos sabores
de política internacional: el Grupo de los Nueve. Plá mostró su íntima satisfacción.
Los otros siete: Montoya, Alburquerque, De Buen, Murgas, Giglio, Morgado y
Ackerman, su resignación.
Pero, en otro acuerdo de los ocho, este sí unánime y entusiástico (estuve
a punto de escribir «entusiasmático»), hemos decidido que en este libro no
participe Plá. La única alternativa es que no se entere de su existencia sino

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