Santos y las drogas

La recientes declaraciones del presidente Santos señalando la necesidad de una discusión abierta sobre nuevas formas para combatir el flagelo de las drogas tienen un gran valor porque acaban con el tabú según el cual no se puede discutir sobre este tema, y con la idea que bien resumiera Moisés Naím según la cual pareciera prohibido pensar cuando de este asunto se trata. Esta propuesta tiene un gran valor cuando el que la hace es el Presidente del país que no sólo ha sufrido más, sino que ha sido el que de manera más vertical ha luchado contra el narcotráfico, y pone el debate sobre la mesa y obliga a la comunidad internacional a una discusión seria. Sin embargo, los términos en los que él plantea tal discusión, esto es, con la participación de todos los países, demandarían un consenso mundial que implicaría reformar muchas convenciones de la ONU, lo que haría de éste un proceso extremadamente largo, de décadas. De todas maneras, esta postura tiene una enorme fuerza política, porque supone que hay soluciones radicales y óptimas para afrontar ese problema global. En mi opinión, la verdad sobre lo que se puede hacer ahora debería tener una denominación menos ambiciosa: la política del menor daño que han estado poniendo en marcha los países europeos. ¿Qué es lo que menos daño le hace a la sociedad, el prohibicionismo que lleva a los consumidores de drogas a la cárcel o una política de salud para tratarlos como enfermos? En esos países, las políticas alrededor del tema de salud han generado una reducción significativa de la violencia sin aumentar el consumo, han reducido el uso de drogas duras y, sin duda, han sido más racionales des de el punto de vista de los derechos humanos y de la dignidad personal. Los índices de consumo en esos países son mucho más bajos que en Estados Unidos y no constituyen un gran problema social ni una gran carga económica. Los países latinoamericanos deberían cambiar el enfoque sobre el consumo personal pronto y con decisión. En lo que tiene que ver con las drogas duras, dicho enfoque de salud debe considerar la posibilidad de empezar a suministrarlas en centros especiales bajo control médico. No obstante, esta política estaría a medias si no se complementa con una para aislar a los adictos de las organizaciones criminales, con el fin de evitar que incurran en delitos para adquirirla. En relación con la marihuana, sería mejor regular su consumo, lo que es distinto de legalizarla. No se trata de adoptar una posición...

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