Santos, el tartufo

Que era un patiquín que no saldría a la calle sin peinado y maquillaje, lo sabe mos de toda la vida. Cada cual es dueño de sus ambiguas viscosidades. Que era un adulador dispuesto a jugarse el todo por el todo para complacer a quien, en muy mala hora, lo encumbró al poder, lo supimos cuando llevó a sus últimos extremos las órdenes que le impartiera quien manejaba la alcabala que le abriría las puertas del Palacio de Nariño, incluso dispuesto a invadir un territorio extranjero en donde sabía no encontraría una verdadera oposición. Que fue el Libertador el primero en calificar al Ecuador de republiqueta. Que era un siniestro tartufo de lucido aprendizaje en las mazmorras de la policía política, lo aprendimos cuando después de asesinar a Raúl Reyes secuestró las informaciones que podían alfombrarle la entrada a la presidencia, maniatar a Chávez y sobarle el lomo a Fidel Castro al que, como toda la clase política colombiana, le ha lamido las entresuelas.Cuando se negó a entre garle Makled, el Kingspin, a la DEA supimos que su inescrupulosidad y su maquiavélico afán de poder iban tan lejos como estar dispuesto a enconchavarse con el chavismo y aliarse con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. Y cuando la mio pía colombiana lo reeligió y perdió todo freno, llegó al extremo de acostarse con Timochenko y Raúl Castro sin hacerle asco a los viejos compromisos con Álvaro Uribe.Finalmente, si una hechura...

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