La sapiencia del Papa

El pasado 14 de febrero, día de los enamorados, me senté en una barra a tomarme un whisky con el viejo Parr, y mirando a parejas que fingían ser felices, me puse a pensar: --¿Quién me mandaría de pendejo a acercarme a mi cuaima?... Había como 30 mujeres y vine a fijarme justamente en ella, quien casi me dejó en interiores: perdí la casa, el apartamento en la playa, el carro, la mitad de la cuenta que yo solito abrí en el banco... No entiendo por qué me fijé en ella.El viejo Parr, nadando en hie lo y agua e’ coco, respondió: --La culpa es de un sujeto chi no en pelota que no tiene pipí, y si lo tiene, no se le ve. En la espalda, carga unas alitas, un arquito ridículo y unas flechitas.Se llama Cupido. Ese tipo se la pasa tirando como loco, día y noche, flechas de amor a diestra y siniestra en sitios insólitos a personas desprevenidas.Es como una vieja casamentera que vuela, pero él, por ser un ángel, jamás se casará.La próxima vez que se obnu bile con alguien que lo atrae y sienta que lo puyan, ¡mosca! Ese es Cupido haciendo de las suyas. Así que sáquese la flecha, rómpala, escóndala o clávesela a algún enemigo, pero ni por casualidad la deje cerca.Si usted es hombre y se ba bea por esa exuberante mujer que tiene al frente, piense en lo que casi seguro va a pasarle si no logra detener esa flecha: su apartamento, su libertad de salir cuando y con quien quiera y, sobre...

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