La semilla de su propia destrucción

El cerebro humano está diseñado para resolver problemas. Por eso es tan difícil poner la men te en blanco, necesita estímulo permanente. Un cerebro sin problemas se los inventa. Por eso la felicidad es intrínsecamente temporal. Sólo dejamos de resolver problemas con la muerte. Y esa potencia y concentración en la resolución de problemas nos ha hecho los reyes de la creación. Estamos a punto de desentrañar las leyes últimas del cosmos y ya nos aprestamos a conquistar otros mundos. Pero esa pulsión a resolver problemas es también una especie de maldición. Nos ha hecho inconformes. Siempre queremos más: los atletas nuevos récords, los escritores nuevos libros, los amantes más amor, los científicos más conocimiento, los empresarios más clientes, los trabajadores más beneficios. Los países que liberan esa ca pacidad de descubrir, fundar y crear, alcanzan ritmos vertiginosos de crecimiento y desarrollo. China, mientras el Estado trataba de controlar qué se producía, consumía o hacía, permaneció estancada, con su población condenada a la pobreza y el subdesarrollo. Cuando Den Xiao Ping descubrió el poder del emprendimiento personal liberó las fuerzas productivas del gigante amarillo. Cualquier otro esquema es in viable. Tarde o temprano. Cuando es el Estado el que resuelve siempre los problemas, estos serán siempre del Estado. Pero por cada problema que el Estado resuelva, los individuos siempre querrán más. Si hoy me diste un ambulatorio mañana lo quiero con tomógrafo, y si me pones el tomógrafo, ahora tiene que tener resonancia magnética. Y...

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